Gisella López Lenci

Esta semana, llegó a una marca que nunca hubiera querido lograr. Mil días de haber sido invadidos y de sostener una guerra que los ha desgastado y puesto al límite. Pero no los ha vencido. Esos mil días empezaron el 24 de febrero del 2022, cuando las tropas rusas cruzaron la frontera con la intención de tomar Kiev, la capital, y derrocar al presidente Volodimir Zelenski. No lo lograron. La invasión ‘express’ que pensaba Vladimir Putin no se pudo concretar y, casi tres años después, rusos y ucranianos siguen empantanados en el conflicto.

Pero la guerra no empezó oficialmente aquel febrero del 2022. Las fuerzas rusas y ucranianas se enfrentan hace diez años, desde el 2014, cuando se inició la revolución del Maidán, que terminó con la salida del entonces presidente ucraniano afín al Kremlin, Viktor Yanukovich. Desde entonces, los ucranianos han visto cómo se apoderó de la península de Crimea, ante la indiferencia –disfrazada de indignación– de las potencias occidentales, y cómo al este del país se empezó a librar una guerra de trincheras que se convirtió en el caldo de cultivo para lo que estallaría hace mil días.

La guerra en Ucrania estuvo avisada, pese a que la Unión Europea, y la OTAN decidieron todos estos años mirar de lado pensando que era solo un “asunto interno”. Involucrarse no parecía tan conveniente, pero desde febrero del 2022 se ha convertido en una batalla por la credibilidad de Occidente.

Ante el traspiés inicial, Putin ha sabido jugar sus cartas al reforzar sus alianzas con China, Irán y Corea del Norte, y ha apostado por extenuar a las potencias rivales, que solo han deshojado margaritas el último año mientras esperaban el resultado de las elecciones en EE.UU.

Con alistando su retorno a la Casa Blanca, el actual presidente ya no tuvo dudas en permitir que los ucranianos utilicen sus misiles de largo alcance en territorio ruso, provocando que Moscú cambie su doctrina sobre el uso de armas nucleares.

Pero Rusia no va a lanzar una bomba atómica. No solo por una cuestión geográfica, sino porque lo que buscaría Putin es acelerar un proceso de negociación directamente con Trump con el objetivo de quedarse oficialmente con el territorio que ya controla en Ucrania. Así, Trump se vendería como el presidente que terminó con la guerra y Putin quedaría como el líder que pudo doblegar a Occidente. ¿Y Ucrania? ¿Los 12 mil civiles muertos y diez millones de desplazados solo serán un mal recuerdo? Zelenski también ha demostrado ser un buen estratega y no pretende ser un dato más en los libros de historia.



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Gisella López Lenci es Periodista

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