La yihad y el islam, por Francisco Miró Quesada Rada
La yihad y el islam, por Francisco Miró Quesada Rada

En su libro “Provisión para el más allá” (siglo XIV), el imán Ibn al-Qayyim resumió el contexto de la yihad en el islam. En un capítulo, “La conducta del profeta respecto a los impíos y los hipócritas desde la revelación hasta su encuentro con Alá, el todopoderoso”, explica que Dios (Alá) le ordenó a extender el mensaje de su señor el creador.

El mensaje debía ser extendido a su familia, luego a su tribu y a todo los árabes. Por último, a toda la humanidad. Al principio, el profeta recibió la orden de evitar conflictos y tener paciencia. En ese período, Mahoma emigra de a Medina, pero luego de este viaje podía entrar en combate.

Alá le ordenó que luchara contra los que combatían contra él, pero que no se enfrentara con quienes, aunque no fueran sus seguidores, no lo hacían. Después le pide que se enfrentara contra los “asociadores”, que asocian a Dios con otras divinidades. 

Sin embargo, cuando fue revelada la Surat Bara’ah (la surata 19, más conocida como “El arrepentimiento” y que contiene las conminaciones más radicales contra los “impíos”), se le ordenó que combatiera y llevara la yihad (interpretada como Guerra Santa) sin contemplaciones contra los impíos y los hipócritas. A los impíos los debería combatir con la espada y la lanza; a los hipócritas, con argumentos y palabras. Hasta aquí el texto resumido. 

A la muerte de Mahoma, sus sucesores se expandieron por Asia, África y España. En sus conquistas impusieron el , que hoy es –con la cristiana– la religión más extendida del mundo. El islam es mucho más que la yihad, que forma parte de un contexto histórico determinado y, en consecuencia, no se puede interpretar que el islam propaga la violencia o que los creyentes de esta religión, en que los árabes son la quinta parte, quieren llevar la muerte por el mundo.

Su comprensión es complicada, más aun después de su gran expansión en naciones como India, Pakistán, Malasia, Turquía, Irán, Bosnia, los estados de África mediterránea y subecuatorial.

Los textos sagrados tienen múltiples interpretaciones y los islamistas más radicales que quieren destruir a los impíos porque profesan otras religiones y constituyen culturas diferentes han decidido utilizar el terrorismo como método de lucha. Por eso no se debe generalizar porque la mayoría de los árabes e islamistas de otras culturas no son terroristas.

En el siglo XX se empezó a gestar una nueva idea del Estado Islámico con tres ideólogos: el pakistaní Mawdudi, el egipcio Qotb y el iraní Jomeini, que fue un ayatola. Surgió para cuestionar los nacionalismos árabes iniciados en la década de 1950, con la conducción de Nasser. También al nacionalismo democrático indio de Nehru y al gobierno prooccidental del sha

Se cuestionaron esos nacionalismos porque eran de inspiración occidental e introducían valores contrarios a las enseñanzas del Corán. Estos ideólogos jamás plantearon el terrorismo como método de lucha, a lo sumo propusieron que el Corán debería ser la Constitución del Estado Islámico. Como señala Gilles Kepel, especialista francés sobre el mundo islámico del Instituto de Estudios Políticos de París, las contribuciones de Qotb y Mawdudi influenciaron en el mundo sunita, mientras que Jomeini influyó en el chiita. “Los tres compartían la misma visión del islam, sobre todo en política y su objetivo era la instauración de un Estado Islámico”, señala. 

Este antecedente debe entenderse bien en Occidente, porque Al Qaeda y el Estado Islámico, decididos a aplicar el terrorismo cobarde y criminal, no tienen nada que ver con las propuestas anteriores. Distinción importante para que no se caiga en una generalización xenófoba y, a partir de su respuesta al terrorismo, se extienda la represión contra los musulmanes.

Como dijo Malek Merabe, hermano del policía asesinado en la matanza contra los periodistas de “Charlie Hebdo”: “A los racistas islamófobos y antisemitas les pido que no confundan extremistas con musulmanes”.