(Foto: Congreso / Video: América TV)
(Foto: Congreso / Video: América TV)
Editorial El Comercio

Dos reportajes propalados la noche del domingo en distintos programas periodísticos televisivos presentaron nuevo material sobre aquello que ya se ha convertido en pan de todos los días para la ciudadanía: el comportamiento indecoroso, cuando no francamente ventajista, de algunos de los integrantes del .

En primer lugar, supimos de un legislador por Amazonas –Miguel Castro, elegido en la lista de , pero ahora incorporado a la bancada de Alianza para el Progreso (APP)– que, a pesar de haber presentado un informe sobre sus actividades durante la ‘semana de representación’ que medió entre el 24 y el 28 de junio pasado y haber cobrado los S/2.800 que se destinan a ese fin, solo viajó a su región el 26 del mes en referencia. Los dos primeros días permaneció en Lima y la prueba irrefutable de ello fue un video filmado en esas fechas al que suele acudir.

Por otro lado, nos enteramos también de una serie de aparentes de FP: (actual presidente de la Comisión de Fiscalización y extitular de la de Ética), Elard Melgar y Federico Pariona. El intercambio consistía en que, mientras el despacho del legislador X contrataba a los parientes o a la pareja del legislador Y, el despacho de este último hacía lo propio con los del primero. En algún caso, además, durante prácticamente el mismo arco de tiempo. Un avieso homenaje a la reciprocidad y redistribución que heredamos de los antiguos peruanos y que intentaba sortear las normas que prohíben el nepotismo en las contrataciones de este tipo.

Las explicaciones que ensayaron los congresistas en los reportajes al verse confrontados con los datos puros y duros de los desaguisados allí descritos constituyen un episodio aparte. En realidad, su pretendida sorpresa y sus alegatos solo los dejaron en peor pie.

Hay que decir, sin embargo, que ninguna de las dos conductas ha de haber resultado una novedad absoluta para los espectadores: han sido ya motivo de otras notas periodísticas y de indignación ciudadana en el pasado reciente. Pero es precisamente la reiteración y la poca conciencia que algunos parlamentarios parecen tener de su circunstancia lo que agrava el cuadro.

La información, en efecto, aparece en un momento en el que la imagen del Legislativo está más golpeada que nunca y el Ejecutivo está en campaña para lograr el fin anticipado del mandato de la actual representación nacional. Y como lo que un congresista hace termina siempre irradiando de alguna manera a todos, la consecuencia inevitable de lo ocurrido es una profundización del deterioro del Parlamento a ojos de la opinión pública.

¿Es posible para quienes quieren defender la institución congresal (más allá de su ocasional composición) lograr su cometido en un contexto así? Pues la verdad es que debe resultar muy difícil. Los legisladores en cuestión (y quienes los han antecedido en comportamientos del mismo corte) darían la impresión de esmerarse por darles la razón a los que claman en las calles “que se vayan todos”.

Felizmente, tal como están las cosas, es muy improbable que su inicua actitud quede impune. Los casos, a no dudarlo, serán pronto sometidos a la consideración de las instancias penalizadoras que existen en el Congreso. Pero sin esperar a que eso ocurra, las propias bancadas a las que los parlamentarios pertenecen tendrían que preguntarse si no correspondería aplicarles también una sanción interna por los flacos favores que le hacen a la democracia.

Cabe recordar, por último, la responsabilidad que les cabe también en todo esto a los partidos y frentes que ‘seleccionaron’ a candidatos de estas lamentables características para proponérselos al electorado. Más temprano que tarde, esperemos, tendrán que hacerse cargo de la tormenta que contribuyeron a desatar con su incuria y enfrentar las consecuencias.