De acuerdo a fuentes de El Comercio, la bancada del Nuevo Perú buscará dialogar con el Frente Amplio para unificar ambas mociones. (Foto: Archivo El Comercio)
De acuerdo a fuentes de El Comercio, la bancada del Nuevo Perú buscará dialogar con el Frente Amplio para unificar ambas mociones. (Foto: Archivo El Comercio)
Editorial El Comercio

Esta semana se produjo finalmente la presentación del Gabinete encabezado por en el y, tras un prolongado debate, una larga mayoría de la representación nacional le extendió la confianza. El resultado fue 94 votos a favor, 2 abstenciones y 19 votos en contra. Pero mientras los votos aprobatorios provinieron de distintas bancadas, las abstenciones corrieron por cuenta de Acción Popular (AP) y los votos en contra fueron todos del (FA) y (NP); es decir, de las dos bancadas de izquierda que hay en el Parlamento.

Negar la confianza a un Gabinete es, por supuesto, una de las posibilidades que existe en una circunstancia como esta y constituye una conducta perfectamente acorde con el orden democrático. De lo contrario, no tendría sentido solicitarla. Eso, sin embargo, no impide revisar las razones que esas dos organizaciones han esgrimido para proceder de esa manera y sacar algunas conclusiones al respecto.

Vale la pena recordar previamente que conceder la confianza a un Gabinete no supone comprometerse con todo lo que este haga a partir de ese momento o siquiera manifestar un perfecto acuerdo con todo lo que anuncia como plan de trabajo. Consiste apenas en reconocer que ese plan de trabajo existe y ha sido expuesto coherentemente, y que el equipo ministerial conformado para llevarlo adelante parece tener en general las capacidades técnicas y morales para hacerlo. Es, en buena cuenta, decirle que tiene ‘luz verde’ para echar a andar los proyectos que obedecen a su propia lógica, en atención al veredicto de las urnas en los últimos comicios.

En ese sentido, la confianza tiende a negarse cuando hay observaciones sobre la falta de coherencia dentro del propio plan de trabajo o cuando se detectan en el nuevo Gabinete integrantes que preocupan por una u otra razón. ¿Han sido de ese tipo los motivos señalados por FA o NP para votar como votaron? Se diría que no. Sus objeciones, en realidad, han estado más bien relacionadas con la distancia que existe entre el talante del gobierno que llegó al poder tras obtener la victoria en el 2016 y el del plan de gobierno que ellos les propusieron a los electores en aquella oportunidad (como se recordará, las dos organizaciones políticas a las que nos referimos postularon juntas en ese proceso).

Es cierto que han surgido algunas observaciones puntuales de los parlamentarios de la izquierda sobre ausencias en el discurso de Villanueva en materias como la violencia contra la mujer o el cuidado ambiental, pero las más integrales han estado enderezadas todas contra la concepción de la economía que maneja el gobierno. Veamos algunos casos.

“[César Villanueva] debería admitir que el modelo extractivista neoliberal ha fracasado”, ha escrito, por ejemplo, el líder de FA, Marco Arana, en Twitter. Mientras que su compañero de bancada, Edilberto Curro López, ha anotado: “Darle la confianza a este Gabinete es darle la confianza al modelo capitalista que tanta corrupción ha generado en el país. Por eso le dijimos no”.

Y a su turno, los legisladores Hernando Cevallos y Justiniano Apaza han hablado, respectivamente, de “un Gabinete para mantener el sistema” y de la necesidad de aclarar si quien va a gobernar es el nuevo primer ministro (una curiosa figura que omite al presidente) “o lo va a seguir haciendo el MEF”.

En lo que concierne a NP, por otra parte, en un comunicado divulgado por ellos días atrás se lee: “El Gabinete se somete hoy al voto de confianza exhibiendo […] continuismo económico”. Y también: “No vemos voluntad de encarar la crisis con cambios integrales”. En tanto que el vocero de la bancada, Alberto Quintanilla, le dijo al presidente del Consejo de Ministros en el debate que siguió a su presentación en el Congreso: “Sobre la reactivación económica, ustedes plantean una continuidad del modelo; no proponen nada para fortalecer el mercado interno”. Y los ejemplos podrían seguir.

Lo destacable de todo esto, sin embargo, es que, aparentemente, no hay nada que el primer ministro Villanueva pudiera decir en esa presentación para obtener la confianza de las izquierdas… Salvo asumir su programa de gobierno y sus perspectivas económicas. Lo demás resulta para ellas una especie de “díganos de qué se trata para oponernos”. Una opción a la que tienen derecho, pero que quizás explica por qué a la hora de las definiciones en las ánforas las mayorías no se las toman en serio.