"El comprensible hartazgo por las actuales circunstancias no puede justificar prácticas irresponsables".
"El comprensible hartazgo por las actuales circunstancias no puede justificar prácticas irresponsables".
Editorial El Comercio

Han pasado ya más de 300 días desde el inicio de la en marzo pasado. Aun para quienes no han sufrido una tragedia personal o perdido su fuente de ingresos, el golpe psicológico del cambio en las condiciones de vida ha sido duro. De acuerdo con el , por ejemplo, el aislamiento social ha tenido un rol determinante en el deterioro del bienestar psicológico y se espera que el porcentaje de la población con alguna enfermedad mental pase de 20% antes de la a 30% en los siguientes meses y años. Transcurrido este largo período, y además con el inicio de la temporada de verano, es esperable que los impulsos por retomar las actividades cotidianas –practicar deportes colectivos, visitar amigos o familiares, asistir a celebraciones, entre varias otras– se intensifiquen.

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Pero el comprensible hartazgo por las actuales circunstancias no puede justificar prácticas irresponsables. En las últimas semanas se han venido acumulando las imágenes de fiestas clandestinas, discotecas con fachada de restaurante, matrimonios de amplia concurrencia, y hasta candidatos al y a la presidencia que incumplen abiertamente cualquier protocolo sanitario. Muchas personas que cumplieron diligentemente las medidas de seguridad durante varios meses del año pasado actúan como si la amenaza estuviese ya extinta.

Nada más lejos de la realidad. Bajo cualquier métrica, la situación es más preocupante que hace unos pocos meses. De acuerdo con , presidenta ejecutiva de , la ocupación de camas UCI llega al 90% en el país. Se trata de 1.553 pacientes, cifra equivalente al máximo histórico desde los picos de agosto pasado. La positividad de pruebas PCR supera ya el 15%, cuando a mediados de noviembre apenas llegaba al 5%, y la demanda de oxígeno empieza a subir en los hospitales, así como el reporte de fallecimientos. Más allá de la discusión sobre si se trata de una segunda ola o de un rebrote, lo cierto es que los casos se han vuelto a acelerar y los servicios de salud nuevamente se ven en riesgo de colapso.

Aunque aún es pronto para confirmarlo, es posible que parte de la explicación se halle en la aparición de la variante británica del virus, más contagiosa que la anterior. Según informaron ayer las autoridades sanitarias estadounidenses, el virus modificado sería la fuente dominante de nuevas infecciones en ese país en apenas un par de meses.

En paralelo, no obstante, la actitud despreocupada e irresponsable de varios sin duda ha contribuido a la nueva escalada. Las restricciones anunciadas esta semana desde el Ejecutivo podrán amenguar algunos comportamientos, pero lo fundamental es que la ciudadanía interiorice que la pandemia está aún lejos de acabar, que el sistema de salud se encuentra ya bajo intensa presión, y que todavía se requiere sacrificar parte de nuestras actividades cotidianas para preservar nuestra salud y la de nuestros seres queridos.

Sabemos de sobra que la respuesta del sector público ante todo este episodio ha estado lejos de ser satisfactoria. Desde las vacunas hasta la provisión de oxígeno, su manejo ha dejado pésimos antecedentes y resultados. Pero precisamente ello debería reforzar la importancia de que los ciudadanos tomemos en propias manos la responsabilidad de cuidarnos hoy más que nunca. A pesar del dolor y el agotamiento sufridos hasta ahora, las circunstancias nos demandan algunos meses de esfuerzo adicional. Demostremos que estamos a la altura.

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