Editorial El Comercio

Desde hace varios años, cada este Diario realiza una cobertura especial por el . Para ello, se revisan cifras y se ponen de relieve avances o retrocesos en materia de desigualdad de género en nuestro país, en un ejercicio que puede resultar agotador. Esto porque, aunque es verdad que se ha avanzado en algunos aspectos (sobre los que damos cuenta en esta edición), en otros el panorama sigue siendo tan o incluso más alarmante que antes.

De entre todas las estadísticas, quizás ninguna resulte tan escalofriante como la de los feminicidios, aquellos asesinatos cometidos contra , adolescentes o niñas por motivos de género, por no ceñirse a los roles que el machismo tradicionalmente les ha asignado, y que suelen ocurrir en el hogar y tener como perpetrador a alguien cercano a la víctima. En todo el año pasado, los Centros de Emergencia Mujer (CEM) atendieron 130 asesinatos con características de feminicidios. Mientras que, según el mismo registro, las tentativas de feminicidio ascendieron a 111. Hablamos, grosso modo, de casi 250 episodios en los que una mujer perdió o estuvo a punto de perder la vida por el hecho de serlo durante todo el 2022. Y este año no ha comenzado de manera más auspiciosa, pues solo en enero y febrero se han registrado 32 feminicidios, es decir, uno cada 48 horas.

Los datos recogidos por los CEM sobre mujeres que han sufrido violencia física (más de 50.000 casos), psicológica (casi 55.000) o sexual (casi 26.000) el año anterior, por otro lado, son igualmente espantosos y dan cuenta de lo realmente lejos que seguimos de lograr erradicar este flagelo. Pero la brecha de género no se advierte solo en estas estadísticas; en realidad, lo empapa todo.

Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), al ritmo que vamos, la brecha salarial se eliminaría recién en 50 años. En el campo educativo, las mujeres suelen tener más dificultades para culminar sus estudios secundarios que los hombres, lo que repercute en sus posibilidades de ganar tanto como ellos. Además, suelen dedicarse mucho más a las actividades del hogar y al cuidado de otros (lo que restringe el tiempo que tienen disponible para ellas) y, aunque son la mitad de la población del Perú, ocupan un porcentaje bastante menor en cargos de elección popular, en las instancias más importantes de las entidades públicas y en las gerencias de las empresas.

Esta situación, por supuesto, viene arrastrándose desde siempre, pero, para empeorar las cosas, la pandemia del COVID-19, que ahora está a punto de cumplir tres años desde que nos empujó al confinamiento, solo agravó la situación de muchas mujeres. Después de todo, ellas componen la mayor parte del mercado laboral informal, aquel que más sufrió por la cuarentena; tuvieron que compaginar sus trabajos con el apoyo a la educación a distancia de sus hijos en edad escolar; se dedicaron a atender a parientes enfermos y a cuidar a los adultos mayores, los más vulnerables al virus; y muchas quedaron encerradas en casa con sus agresores. Es cierto que la pandemia nos golpeó a todos de alguna manera, pero fue mucho más agresiva con ellas.

Para variar, parece que nuestras autoridades no han tomado nota de esta situación y, lo que es peor, en estos años hemos visto casos de agresores de mujeres en el Congreso, en los ministerios y en otras entidades y, en un episodio infame, un ahora exlegislador, Freddy Díaz, fue denunciado y detenido por haber violado a una trabajadora en su despacho parlamentario.

Como todos los 8 de marzo, hoy toca volver a repasar esas cifras que nos revelan que, a pesar de lo hecho en los últimos años, seguimos estando bastante lejos de lograr que, en nuestro país, ninguna mujer vea su vida, sus oportunidades y sus proyectos personales y profesionales truncados por el solo hecho de serlo. Nunca seremos un país viable mientras las mujeres sigan siendo agredidas en casa, acosadas en la calle y hostigadas en el trabajo. Mientras el machismo siga poniéndoles etiquetas que se convierten en techos para su desarrollo. Mientras cada 8 de marzo tengamos que volver a las cifras espantosas que nos dicen que ya viene siendo hora de empezar a tomarnos este asunto en serio.

Editorial de El Comercio