Editorial El Comercio

Ayer, la presidenta debía participar en la última jornada de la Conferencia Anual de Ejecutivos () que tuvo lugar esta semana en Arequipa. Este Diario pudo conocer que el miércoles una delegación de seguridad del Estado había acudido a la sede del evento para inspeccionar las instalaciones y que, horas después, integrantes del equipo de comunicaciones de la Presidencia llegaron a Arequipa. Todo parecía, pues, encaminado para que la mandataria se presentase y, sin embargo, a último minuto se anunció que ya no lo haría. ¿Qué sucedió?

Oficialmente, se ha dicho que la jefa del Estado debía participar en una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros, donde había tres únicos puntos en agenda: la prórroga del estado de emergencia en cuatro regiones, la discusión de un proyecto de reglamento de la ley de protección de datos personales, y una presentación del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) sobre inversiones. Ninguno, a nuestro entender, lo suficientemente grave como para que la presidenta se ausente del evento empresarial más importante del país. Por lo que hay que buscar la razón en otra parte.

Y todo hace indicar que ella desistió de su presentación para no exponerse al escrutinio de los empresarios allí reunidos. Fuentes de este Diario contaron que el miércoles la mandataria condicionó su presencia al cambio de formato del foro en el que iba a participar incidiendo en que solo ofrecería un discurso sin someterse a las preguntas del conductor, el presidente de IPAE Acción Empresarial, Gonzalo Galdos. Y el hecho de que un día antes se difundiera una encuesta realizada por Ipsos entre los asistentes a CADE, en la que la mandataria solo es aprobada por un 6%, también parece haber influido en su cambio de postura.

Por supuesto, con su ausencia –y, en general, la del Ejecutivo, pues el titular del MEF, José Arista, tampoco se presentó, pese a que estaba invitado– es poco probable que estos números vayan a cambiar. Pero el desaire de la señora Boluarte es además una pésima señal por dos razones. La primera es que, con una presidenta ya de por sí reacia a comparecer ante la ciudadanía y la prensa, espacios como este son una oportunidad única para hacerse notar. Y la segunda, que, si el Ejecutivo dice estar comprometido con el crecimiento económico, sus voceros no pueden ausentarse totalmente de un foro en el que los principales empresarios del país desean conocer sus planes en este campo.

Pese a su baja aprobación, la voz de la presidenta sigue teniendo demasiado peso como para que rehúya a todo espacio de comunicación por miedo a que la incomoden con preguntas. Ya es momento de que dé la cara.

Editorial de El Comercio

Contenido Sugerido

Contenido GEC