Zulema Tomás
Zulema Tomás
Editorial El Comercio

La renuncia de dos personas que ocupaban puestos de confianza en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (Sunarp) en menos de una semana llama la atención. Sobre todo, cuando esas personas estaban vinculadas a figuras prominentes del Gobierno y su duración en el cargo resultó efímera a raíz de eso mismo.

La Sunarp, como se sabe, es un organismo descentralizado autónomo del sector Justicia y, en esa medida, forma parte del Ejecutivo. Por eso, la circunstancia de que (esposo de la ministra de Salud, ) y Juan Alarico Morales ( de Palacio de Gobierno, Mirian Morales) fueran designados para desempeñar en él funciones que, por ser de confianza, no requerían de un concurso público hace temer lo evidente: que, producto de los mencionados parentescos, pudiera haber existido en los nombramientos algún tipo de favorecimiento.

Lo más sintomático de todo, sin embargo, es la celeridad con la que una vez que su cercanía con las ya señaladas funcionarias empezó a ser puesta de relieve por la prensa. El caso de Palomino es particularmente insólito –no duró –, pero el de Morales también es harto curioso: habiendo sido nombrado en julio de este año, renunció ayer… tras menos de cuatro meses de haber llegado a Sunarp y solo horas después de que un reportaje televisivo revelara la situación que aquí comentamos.

En los dos casos, por supuesto, se ha argumentado que la renuncia obedece a una voluntad de evitar escarnios o utilizaciones de la información “por personas malintencionadas” para dañar a la familia o al Gobierno. Pero la verdad es que esa respuesta es un clásico en trances como este y que, si todo pudiese ser explicado razonablemente, no habría lugar para escarnios ni utilizaciones malignas.

Por ello, lo importante ahora es conocer cómo llegó originalmente cada una de esas dos personas al puesto que brevemente ocupó y dónde se originó la confianza que el jefe de la Sunarp, Manuel Montes Boza, decidió depositar en ellas.