(Foto: Archivo El Comercio)
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Editorial El Comercio

Aunque la prensa no le ha concedido mucha atención, recientemente se ha anunciado el surgimiento de un nuevo partido de izquierda: Juntos por el Perú. La naciente agrupación aprovechará la inscripción del Partido Humanista Peruano (PHP), que lidera , para registrarse ante el Jurado Nacional de Elecciones, pero constituye en realidad la integración de este con varias otras organizaciones de ese mismo signo político que algún tiempo atrás perdieron su propia inscripción o nunca la tuvieron.

En concreto, se han unido al PHP en el flamante partido el Movimiento por el Socialismo, el Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista del Perú Patria Roja, Fuerza Social y Ciudadanos por el Cambio, que hasta hace poco conformaban la coalición Únete.

En una nota divulgada días atrás por la secretaria de comunicaciones de Juntos por el Perú, se afirma que “esta experiencia unitaria es inédita”, pero la verdad es que esa es una versión un tanto antojadiza de las cosas. Como se recordará, hasta unos meses antes de las elecciones del 2016 –hasta agosto del 2015 para ser precisos– este mismo conglomerado, el PHP incluido, ya existía… pero se rompió en ese momento debido a diferencias políticas y programáticas.

“Creemos que una unidad se hace en función a una idea programática […]. No solo se trata de postular a un proceso y ganarlo, sino que vamos a dirigir un país. Si haces una unidad con gente que piensa diferente, entonces vas a conducir el país al fracaso”, explicó en esa ocasión Simon. Y si bien su objeción central tenía que ver con el empeño de algunos de los otros miembros de aquella coalición por buscar un acercamiento con el Frente Amplio de Marco Arana y Verónika Mendoza, si se escarba un poco en otros pronunciamientos de ese entonces, se encuentran justificaciones de otra índole para el desmembramiento de la alianza.

“Algunos no quieren nuestra presencia. Respetamos decisión. Caminaremos solos”, escribió, por ejemplo, en su cuenta de Twitter por esos días Simon. Y Nano Guerra García, efímero precandidato presidencial del PHP tras su alejamiento de Únete, apuntó en setiembre del 2015: “Vamos a buscar una candidatura propia, lejos de las ideas trasnochadas de muchos, de candidatos que no quieren caminar hacia una izquierda moderna”.

De parte de los otros integrantes de la coalición, por otro lado, las expresiones acerca de Simon no fueron tampoco siempre amigables. “Se revela como un caudillo y no como un demócrata. […] Yo no he cofundado Ciudadanos por el Cambio ni trabajado la estrategia de desarrollo del plan La Gran Transformación para después colaborar con un disimulado neoliberal”, manifestó, por citar un caso, Félix Jiménez en junio del 2015.

Como se ve, pues, la tensión era palpable. Y la ruptura, previsible… Pero, por lo que parece, el contraste con la realidad del escaso respaldo ciudadano y la melancolía de verse al margen de la escena política por cinco años –a fin de salvar su inscripción, el PHP se retiró de la carrera electoral del 2016 al ver su magra performance en las encuestas, mientras que algunos de los socios de Únete debieron conformarse con un apoyo declarativo al Frente Amplio– han hecho que se relativicen las antiguas diferencias y rencillas. Y así, ahora tenemos esta reedición de la ya conocida fórmula.

Las razones que en esta ocasión se invoquen para insistir en lo que hace menos de dos años se consideró inviable pueden ser ciertamente múltiples y altisonantes –“resolver los grandes problemas estructurales del Perú”, impulsar los “urgentes cambios democráticos que la patria demanda”, etc.– pero la verdad es que si no hay una explicación convincente sobre qué es lo que ha cambiado en tan poco tiempo, es legítimo suponer que lo único que ha vuelto a reunir a los antiguos socios en conflicto es la aspiración de poder. Y ya se sabe que esa no es la mejor argamasa para consolidar una opción política y, mucho menos, dirigir un país. ¿No fue eso lo que Simon dijo en el 2015?