Editorial: ¡Andá a cantarle a Gardel!
Editorial: ¡Andá a cantarle a Gardel!
Redacción EC

Dice un viejo proverbio que “no porque todo el mundo crea en una mentira esta se convierte en verdad”. Este es el caso de lo que, en un mundo de auténtica fantasía, vienen sosteniendo sistemáticamente diversos funcionarios del Gobierno Argentino. Hace algunos días, su presidenta, , comentó en una reunión de la en Roma que Argentina tiene solo 5% de pobreza. Cifra que habría ratificado su jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, para luego añadir célebremente que “Argentina tiene menos pobres que Alemania” (país en el que la pobreza se encuentra en 16%, según la Oficina Federal de Estadística alemana). A lo que agregó: “Y sí, aunque no te guste y te cueste aceptar. Es cuestión de meterse a la base [de datos] de Alemania y ver cómo responden ellos a la pobreza estructural y te lo muestran. No hay que ser ni genio ni tener amigos que sean espías alemanes”. 

Tales afirmaciones, sin embargo, colisionan rápidamente no solo con las estimaciones de otros organismos privados argentinos e internacionales, sino, sobre todo, con la realidad del país gaucho.

Sintomáticamente, el INEC (organismo equivalente al INEI en el Perú) ha dejado de publicar la cifra de pobreza desde finales del año 2013 (la cual estimó, en esa última oportunidad, en 4,6%) aduciendo “problemas de empalme” que hasta la fecha no encuentran solución. Esto sin tomar en cuenta que existen, además, serias dudas sobre la independencia política de este organismo gubernamental. Por otro lado, organizaciones privadas como la Universidad Católica Argentina cifran la pobreza de ese país en alrededor de 27%; y otras, como la del Banco Mundial, que con un 15% más optimista, también está lejos de la fantasía oficial. 

Por si eso fuera poco, en realidad comparar la cifra de 5% de pobreza en Argentina con la del 16% en no resiste análisis serio, habida cuenta de que tienen formas distintas de medirla. En Alemania, por ejemplo, se considera precaria la situación de una unidad familiar cuando sus ingresos no superan el 60% de los ingresos medios de todo el país; es decir, se tiene una forma relativa de medir la pobreza, basada sobre cuánto es el ingreso de cada quien respecto de los demás. En Argentina, en cambio, se usa la cobertura de la canasta básica familiar; es decir, la pobreza se mide en forma absoluta identificándola con ingresos que se encuentran por debajo de un número preestablecido. 

Si en se utilizase la forma alemana para medir la pobreza, tomando en cuenta (según el propio INEC) que el 60% del ingreso promedio familiar argentino es de U$6.000 anuales, el resultado sería que el 35% de la población se encuentra en nivel de pobreza. 

No obstante, bastaría comparar algunos otros datos del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (en el cual Alemania se encuentra en el puesto 6 y Argentina en el 49) para darnos cuenta del enorme abismo que todavía existe en esa materia entre estos dos países. Según esas cifras, mientras que en el país germano el PBI por habitante es de alrededor de US$46.000, en Argentina es solo de US$14.000. Por otra parte, la inflación en el país de Cristina Fernández bordea el 30% mientras que en el de Angela Merkel no pasa del 1%. Esto sin contar que Alemania muestra un mucho mejor desempeño que el país gaucho en otros indicadores, como desempleo, expectativa de vida, mortalidad infantil, gastos en salud e incluso ‘desigualdad’. 

Por último, no es novedad para nadie que los gobiernos denominados “bolivarianos” y los que –como el argentino– se han acomodado a su órbita, han apostado hace tiempo por maquillar la realidad de los desastres sociales y económicos de sus gestiones. Es por eso que se ha desarrollado en ellos una política de amedrentamiento a la prensa libre (y fiscalizadora) y se ha forzado una cada vez menor independencia de las instituciones públicas respecto del poder político. Porque así, piensan ellos, resulta más fácil vender esos tangos. Pero la verdad es que, a estas alturas, ya no se los creen ni los que antes votaron tantas veces ilusionados por ellos, que bien podrían recitarles ese otro dicho antiguo y de origen netamente platense que dice:”¡Andá a cantarle a Gardel!”.