Editorial El Comercio

Ayer por la mañana, , el ahora expresidente del Consejo de Ministros, anunció en las redes que había puesto : un modo retórico de decir que renunciaba a la jefatura del Gabinete; no se sabe si a pedido del presidente o por propia decisión. De cualquier forma, su retiro pone fin a una gestión que en sus dos facetas –primero como titular de Justicia y Derechos Humanos y luego, a partir del 8 de febrero, como jefe del Gabinete– ha sido . Esto es, lamentable y malhadada.

Tras un inicio que generó cierto optimismo (por su decisión de enfrentar a y sus afanes de interferir en el Gobierno y por su posición acerca de lo que debía hacerse con el cadáver del genocida ), su paso por el Ministerio de Justicia se caracterizó por una agresividad gratuita, un interés por entorpecer las investigaciones contra el mandatario y una inoperancia que más tarde, en su siguiente responsabilidad en el Ejecutivo, habría de confirmar.

A propósito de su primera etapa en el Gabinete, cabe recordar su afirmación acerca de que los medios que cuestionaban al jefe del Estado lo hacían porque él había anunciado que ya no les daría publicidad, así como su demanda de que fuesen investigados porque podían estar promoviendo la vacancia del presidente (una arremetida de la que tuvo que desdecirse horas después) y su intento de pasar por agua tibia los vínculos del entonces ministro de Trabajo, Iber Maraví, con los atentados terroristas que figuraban en distintos atestados policiales. Según Torres, todo aquello era un , pero lo cierto es que Maraví terminó dejando el cargo por razones nada ficcionales. No conviene olvidar tampoco el papel que jugó en la arbitraria remoción del entonces procurador general , ni las frases ofensivas que dedicó primero a un periodista que no le llevó el amén en una entrevista (“muchachito tonto”) y luego al presidente del BCR, .

Esas destempladas intervenciones, sin embargo, fueron solo el preámbulo de las que ensayaría ya en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM). Desde esa posición, en efecto, Torres descargó sus furias contra todo lo que se moviera. Al cardenal Pedro Barreto le dijo ; a los miembros del Tribunal Constitucional, que “cada uno tiene su propietario: el partido político que lo llevó a ocupar ese lugar”; a las Fuerzas Armadas y a la PNP que “ya quisiéramos […] que brindaran la misma seguridad a todo el país” que las rondas campesinas (otro exabrupto por el que luego tuvo que ofrecer disculpas); y a la fiscalía y a los congresistas que recogieron las declaraciones de Karelim López que lo involucraban, “bazofia de golpistas que no saben qué inventar para justificar la vacancia”. Al mismo tiempo, además, , provocando la reacción indignada de las embajadas de Israel y Alemania.

Su relación con la prensa no complaciente con la actual administración, por otro lado, fue de mal en peor. No solo la fustigó incesantemente y sin motivo, sino que incluso fue denunciado por Ximena Pinto, quien se había desempeñado como secretaria de Comunicación Social de la PCM durante parte de su gestión, de estar utilizando políticamente la publicidad estatal para ‘premiar’ o ‘castigar’ a los medios dependiendo de su actitud hacia el Gobierno. Tampoco hay que olvidar que defendió la llamada ‘ley mordaza’ con la que el Gobierno pretende sancionar la difusión de los detalles que las investigaciones van sacando sobre el involucramiento del presidente en posibles actos de corrupción.

Durante su paso por la PCM, asimismo, no fue capaz de solucionar un solo conflicto social de los más de 150 que se encuentran activos, según la Defensoría del Pueblo. En el camino, por último, dio todas las señas de haber llegado a un entendimiento con el ‘cerronismo’ y sus operadores en las distintas esferas del poder, borrando lo poco que podía haber tenido de rescatable su presencia en el Ejecutivo.

Son, en realidad, muchas más las cosas que pesan en el platillo de lo negativo en el balance de las dos facetas de su gestión ministerial, pero habida cuenta de que nada hay que colocar en el positivo, tenemos la impresión de que lo dicho basta para proceder a la liquidación. Don Aníbal se retira con muchas penas y ninguna gloria.

Editorial de El Comercio