(Foto: Archivo El Comercio)
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Editorial El Comercio

Esta semana apareció un nuevo audio en el que conversan acerca del informe que debía presentar la contraloría sobre el proyecto del aeropuerto de Chinchero los entonces ministros de Economía y de Transportes, y , el presidente del Consejo de Ministros y el propio contralor. Varios medios periodísticos, que inicialmente solo difundieron un pequeño extracto de la conversación, presentaron el mismo como el “audio bomba”, pues, sugirieron, revelaría que los mencionados ministros habrían presionado al contralor para que levantase sus observaciones.

Un día después, sin embargo, se hizo público el audio completo y se pudo apreciar el contexto de toda la conversación. A saber, los tres ministros convocaron la reunión para discutir una serie de observaciones que tenía la contraloría sobre el proyecto del aeropuerto. Así, la conversación estuvo dominada por elementos técnicos que la contraloría (tal como el propio Gobierno lo diría públicamente cuando el informe del contralor se dio a conocer) o no había entendido o manipulaba en sus observaciones. Incluso se acordó en la reunión que se juntarían los equipos técnicos de la contraloría y de los ministerios en un encuentro posterior para que el Gobierno pudiese explicarles los detalles de las observaciones.

Entonces, una vez que se escucha la totalidad del audio, se entiende que no estamos frente a la “bomba” que anunciaron irresponsablemente varios medios, al punto que en el programa que presentó los primeros fragmentos del audio como un escándalo, no se le insistió al primer ministro, cuando este acudió al set al día siguiente, sobre las supuestas pruebas bomba de su mal accionar, hablándole más bien sobre cosas como su falta de astucia al dejarse grabar o la necesidad de que vaya a Cerro de Pasco. La bomba había resultado bamba.

Quien, por otro lado, ha terminado con más cuestionamientos encima es el mismo contralor, pues todo parece indicar que él grabó la conversación. Y ya habiendo caído en su caso hace buen rato la gota que derramó el vaso, solo podemos reiterar la necesidad de que sea removido de su cargo sin más postergaciones. De hecho, llama la atención que el miércoles el Congreso decidiera postergar su inevitable decisión de removerlo a pocas horas de que él intentase encajarle un golpe desestabilizador al Gobierno.

Dicho todo esto, no podemos pasar por alto que en todo este episodio, si bien el Gobierno no parece haber cometido ninguna ilegalidad, nuevamente ha mostrado un preocupante nivel de torpeza. Por un lado, tenemos el lenguaje con el que manejaron los ministros parte de la conversación con el contralor y que permitió que, originalmente, se usaran fragmentos del audio para sostener que intentaron influir indebidamente en . La parte más representativa de esto es cuando Thorne dice: “Hay que ponernos de acuerdo punto por punto. Estamos de acuerdo o no estamos de acuerdo, esto se calculó bien, se calculó mal. Después ya vemos cómo salvamos aquí la cara”. Sabiendo que en el agresivo escenario político actual cualquier cosa que digan los ministros puede ser usada en su contra, uno esperaría que fuesen más cuidadosos y que entiendan los riesgos que enfrentan.

Por otro lado, debió ser más prudente respecto del manejo de la comunicación de su intervención en el proyecto. En una conferencia de prensa del 1 de febrero, él declaró: “Desde que inició el Gobierno, les indiqué al presidente, al ministro de Transportes y al ministro de Finanzas que yo me abstendría de participar en cualquier tipo de reunión de decisión o información relacionado a este proyecto”. Tal inhibición obedecía al hecho de que una de sus hermanas trabajaba en una empresa vinculada al proyecto Chinchero. Y si bien ella renunció a esa empresa casi dos meses antes de que se produjera la reunión registrada en el nuevo audio, recién ahora el ministro revela que a raíz de eso cambió su decisión de no participar de reuniones destinadas a viabilizar el proyecto, cosa que también facilitó que se cuestione su actuar en este asunto. El Gobierno debería asumir de una buena vez que en política es tan importante serlo como parecerlo, y que debe de actuar con el permanente cuidado que corresponde a cualquiera que sepa que viene seguido constantemente, y de cerca, por quienes no le desean el bien.