Editorial: Buen final
Editorial: Buen final

Tras conocerse hace casi cuatro meses los resultados que validaron el triunfo de Pedro Pablo Kuczynski en la carrera hacia la Presidencia de la República, comentamos en este Diario que los electores peruanos y nuestro sistema constitucional de división de poderes habían colocado a Fuerza Popular (FP) en una situación de corresponsabilidad con el gobierno de Peruanos por el Kambio (PPK). Es decir, que la mayoría parlamentaria obtenida por el partido de Keiko Fujimori no podría bloquear sistemáticamente las reformas que propusiera el Ejecutivo sin quedar frente al país –incluyendo a sus propios electores– como un grupo preocupado por el poder antes que en los intereses de la ciudadanía. Particularmente, teniendo en cuenta las grandes coincidencias programáticas que, sobre todo, en lo económico, mostraban ambos partidos.

Esta circunstancia, por supuesto, no significaba que la mayoría que democráticamente obtuvo el fujimorismo en el Legislativo tuviera que abdicar de su papel opositor o fiscalizador para evitar ser visto como una fuerza obstruccionista, sino que ambos partidos tenían que dejar atrás las rencillas ocurridas durante la campaña para poner por delante al país. Y si bien vimos un avance de una convivencia responsable con el voto de confianza al Gabinete Ministerial, la delegación de facultades legislativas que aprobó el Congreso el último jueves nos brindó una imagen más clara y esperanzadora de cómo podría desarrollarse este equilibrio entre dos poderes del Estado.

Y es que pese a haber demandado una poco usual evaluación del pedido de facultades legislativas en 11 comisiones parlamentarias, el saldo que nos deja la jornada ha sido satisfactorio. Esto pues frente a las discrepancias surgidas en la presentación de la solicitud de facultades, se logró priorizar el debate y el diálogo responsable entre fuerzas políticas.

Es digno, por ello, reconocer el trabajo que hizo el Ejecutivo, pues sus representantes actuaron de manera correcta y sabiendo hacer política , es decir, negociar y convencer. En efecto, los ministros hicieron un esfuerzo por ser transparentes y claros en aquello que solicitaban –algo en lo que los gobiernos anteriores no fueron tan explícitos–. Y esto no solo por la exposición del proyecto de ley de delegación en cada una de las comisiones legislativas a las que fueron invitados, sino también frente a la ciudadanía, elaborando un documento sustentatorio para tal fin.

Igualmente, no se puede soslayar la labor del Parlamento –particularmente FP– que entendió que el desplazamiento de la maquinaria de reformas estatales requiere de un movimiento engranado de sus partes (tanto en el Ejecutivo como el Legislativo). Sin embargo, ello no evitó que en un principio surgieran actitudes que parecieron un amago del fujimorismo por solo mostrar su fuerza al oficialismo (y poco más que eso). Como, por ejemplo, la oposición inicial para extenderle atribuciones a la Unidad de Inteligencia Financiera alegando una supuesta violación del derecho al secreto bancario y la reserva tributaria (cuando la solicitud del Ejecutivo mencionaba que ello solo se daría con permiso judicial); o la negativa –sin asidero constitucional– de la Comisión de Presupuesto, presidida por Cecilia Chacón, a otorgar facultades legislativas porque presuntamente afectarían la Ley de Presupuesto.

Los legisladores de FP, no obstante, comprendieron que al cuestionar el pedido de facultades los reflectores ciudadanos también los escrutaban a ellos y, corrigiendo su actitud primigenia, optaron por darle al país un debate serio y al oficialismo una oportunidad para concretar sus propuestas de campaña.

Como prueba de este trabajo quedan las expresiones aprobatorias de los representantes de ambos partidos políticos, como la congresista Úrsula Letona de FP, quien afirmó que “luego de muchos años el trabajo parlamentario ha dejado de lado las peleas para buscar el debate y encontrar consensos”, y el congresista oficialista Carlos Bruce felicitando la performance de Miguel Torres, presidente de la Comisión de Constitución; o, finalmente, la del primer ministro Fernando Zavala, quien conservó la serenidad durante todo el proceso y concluyó agradeciendo al Congreso por “su trabajo y confianza”.

El éxito de lo acordado en el Parlamento, sin embargo, dependerá de lo que pueda lograr el Ejecutivo en los próximos 90 días. Pues con la pelota en los pies del presidente Kuczynski, los reflectores y los ojos de toda la ciudadanía estarán a la expectativa de lo que haga ahora su equipo ministerial.