Editorial: Camino a La Habana
Editorial: Camino a La Habana
Redacción EC

“Ya basta de propaganda de guerra”, dijo hace unos días Nicolás Maduro, amenazando con retirar a CNN del país. No dijo “basta de guerra”. El señor Maduro sabe bien lo que quiere y en esto no ha mentido. Está claro por la conducta que su gobierno ha seguido teniendo desde entonces –y que ha incluido ataques abiertos de la policía y de comandos paramilitares a marchas de la oposición, además de la detención, inicialmente bajo acusaciones de “terrorismo”, de Leopoldo López– que la “guerra” seguirá. De lo que se trata es de poder ganarla sin hacer tanto ruido y sin levantar conciencias alrededor del mundo. En otras palabras, de que los medios internacionales –los únicos que aún podían hacerlo– no sigan trasmitiendo las escenas de la violencia que tiene lugar en las calles venezolanas desde que el Gobierno empezó a reprimir por la fuerza las protestas (violencia que ya va cobrando 8 muertos, 160 heridos y 320 detenidos).

Ayer viernes Maduro cumplió su amenaza y los periodistas de CNN tuvieron que abandonar un país que echaba, literalmente, humo, según se pudo ver en las escenas que la cadena internacional trasmitió en sus últimos días ahí. Es cierto que el presidente venezolano aún no ha logrado su anunciado deseo de bloquear la trasmisión en Venezuela de lo que CNN emite desde fuera de ella. Pero, ciertamente, sí ha dado otros pasos en estas semanas para silenciar lo que está pasando en Venezuela que pueden servirle de buen consuelo.

Así, el señor Maduro, quien está al tanto de los adelantos de la tecnología y sabe que hoy los ciudadanos también pueden publicar directamente lo que los medios registran, ha bloqueado las imágenes de Twitter, además del funcionamiento de Zello, una aplicación para celulares que funciona como ‘walkie-talkie’ y que estaba siendo usada por los partícipes de las protestas para comunicarse durante ellas (solo en esta semana Zello había tenido más de 150 mil descargas en Venezuela). Por si esto fuera poco, en el estado de Táchira, fronterizo con Colombia, el Estado Venezolano parece haber bloqueado el acceso a Internet durante más de 2 días.

Con esto no queremos decir que las medidas que en Venezuela se venían tomando contra las libertades de información y expresión desde los comienzos de los tiempos de Hugo Chávez, quien ya perseguía a periodistas y cerraba canales, fueran poca cosa. Como tampoco lo eran, ciertamente, las que venía tomando el señor Maduro en los últimos tiempos y que han incluido medidas tan sutiles como impedir que los periódicos tengan acceso al papel y a las maquinarias necesarias para seguir saliendo a las calles. Lo que queremos decir es que el asunto ya ha alcanzado otro nivel, con medidas idénticas a las aplicadas por dictaduras abiertas, como Cuba (que no en vano sigue asesorando al gobierno chavista) o Irán.

Desafortunadamente, por otra parte, hay que decir que, en lo que toca a intentar aislar a la oposición venezolana del apoyo exterior, el gobierno de Maduro no tendría por qué hacerse tantos problemas. Al menos en la región, la reacción de casi todos los estados, con honrosas excepciones, ha sido (cuando no de abierto apoyo a Maduro) de silencio o de vacuas declaraciones diplomáticas, ambos igualmente cómplices. Ciertamente, esa ha sido también la reacción de nuestro propio Gobierno, que, considerando los antecedentes del partido oficialista, tendría más bien que aprovechar cada oportunidad que tiene para desligar con el chavismo y con los intentos de opresión contra la prensa.

Sea como fuere, el régimen chavista, que ya no posee los recursos para seguir comprando el nivel de apoyo que en otros tiempos tenían sus tropelías, está intentando encerrar las voces de Venezuela como en una caja hermética. Algo similar, esto es, al estado en que viven los cubanos desde hace décadas. Tendría que ser el deber de quienes en la región creemos en la democracia hacer todo lo que esté en nuestras manos para que las voces de la oposición se oigan, antes de que la caja logre cerrarse sobre ellas.