El presidente Francisco Sagasti y la ministra Violeta Bermúdez en una imagen de la conferencia de prensa celebrada en la tarde de ayer. (Foto: Twitter @presidenciaperu).
El presidente Francisco Sagasti y la ministra Violeta Bermúdez en una imagen de la conferencia de prensa celebrada en la tarde de ayer. (Foto: Twitter @presidenciaperu).
Editorial El Comercio

Varias eran las razones por las que convocada para ayer por la Presidencia de la República levantaba mucha expectativa entre la ciudadanía.

La advertencia de que solo quedaban en Lima y el Callao realizada por la Defensoría del Pueblo, la presencia de la nueva variante británica del coronavirus en el territorio nacional (“es muy probable que gran parte de lo que estamos viendo ahora, de este incremento de casos, se deba a la existencia de variantes, no solo de la británica”, había avisado el viceministro de Salud, Luis Suárez, el último domingo ) y la declaración formulada en la víspera por la ministra de Salud, , de que , prologaban una conferencia que se avizoraba como clave para conocer la estrategia que el Gobierno pondría en marcha en las próximas –y esenciales– semanas.

La verdad, sin embargo, es que la alocución del Ejecutivo terminó siendo bastante decepcionante… algo que no pasaría de lo anecdótico si no fuese por lo que nos estamos jugando en estos momentos.

Así, tras comenzar explicando sucintamente la situación del país en los últimos días, el presidente avisó que se implementarían medidas diferenciadas por regiones, según el nivel de riesgo de cada una de estas (que puede ser ‘moderado’, ‘alto’ o ‘muy alto’). Sin embargo, cuando se esperaba que pasase a detallar cuáles eran esas medidas, el mandatario inició las preguntas de la prensa… dejando en suspenso lo que con toda seguridad era lo más esperado de su intervención.

Solo minutos después, y luego de que un periodista preguntase puntualmente por ellas, la presidenta del Consejo de Ministros, Violeta Bermúdez, y los titulares de las carteras de Educación, Ricardo Cuenca, y de Producción, José Luis Chicoma, pasaron a explicar las nuevas disposiciones. Como es evidente, sin embargo, la sensación de que estábamos ante una conferencia caótica y enrevesada ya se había instalado y el contenido de esta había pasado a un segundo plano.

El episodio de ayer fue quizá el peor de este Gobierno en lo que respecta a su manejo comunicativo, pero no ha sido, ni por asomo, el único (hace unas semanas, recordemos, la ministra Mazzetti anunció en una conferencia realizada prácticamente en la calle el cambio del horario del toque de queda en seis regiones del país).

Resulta inaudito, por ejemplo, que en las redes sociales ciudadanos hayan compartido mejores resúmenes e infografías que las que el Gobierno exhibió en la conferencia de ayer, o que desde el Ejecutivo no se hayan preocupado por preparar material que pueda difundirse rápidamente para que todos conozcamos (y comprendamos) los cambios dispuestos.

¿Es esta la mejor manera que tiene el Gobierno para comunicar sus acciones? Si la emergencia sanitaria se agrava en los próximos meses, ¿vamos a asistir a una dinámica similar para conocer el endurecimiento de las medidas o la instalación de otras? ¿Y qué ocurrirá cuando eventualmente lleguen las primeras vacunas contra el COVID-19 y el Gobierno se vea en la obligación de informar a la ciudadanía sobre los procedimientos para la inmunización y sobre la seguridad de esta?

Entre el ramillete de lecciones que viene dejando la pandemia en todo el mundo, una de las más importantes es que la comunicación de las autoridades es fundamental para que los ciudadanos –que son, finalmente, quienes transportan el virus– puedan luchar de forma efectiva contra el mal. En ese sentido, no es exagerado decir que en una coyuntura en la que lo que está sobre la palestra es la vida de millones de personas, una buena estrategia comunicativa puede marcar una diferencia sensible.

Comunicar es también cuidar a los ciudadanos. Y ojalá que en el Ejecutivo tengan esto en mente para los meses que, se avecinan, podrían ser muy complicados.