Editorial El Comercio

El presidente entró al gobierno con la promesa de acercar el Estado y la toma de grandes decisiones políticas a las regiones del Perú. En un país con tradición centralista, este era un ofrecimiento noble. Sin embargo, la manera en la que ha elegido llevar a cabo su promesa –a través de Descentralizados (CMD)– es apenas una pantomima de lo que en realidad se necesitaba.

En el Coliseo Municipal Chaupimarca, en Cerro de Pasco, el presidente Castillo y su equipo de gobierno lideraron el viernes pasado el XI CMD. Se trató del segundo CMD de la semana. Apenas unos días antes, las máximas autoridades del Ejecutivo habían estado en Tumbes. “Con la visita del Gabinete Ministerial, encabezados por el presidente de la República por las diferentes regiones del país, es una nueva forma de gobernar, ya que el Ejecutivo escucha las demandas de la población para atenderlas directamente”, ha dicho al respecto el gobierno, que ha redoblado la regularidad de los CMD en los últimos meses.

No obstante, como revela la edición de hoy de este Diario, solo uno de los 11 CMD tiene acta (se trató del CMD de Cusco, de octubre del año pasado). Sin actas, no hay manera de hacer un seguimiento serio a cualquier acuerdo alcanzado. Con ello, las sesiones que en teoría deberían servir para escuchar de primera mano las preocupaciones de la ciudadanía y plasmarlas en planes serios de acción se han convertido, básicamente, en mítines políticos donde el presidente y sus ministros dan rienda suelta a promesas vacías y a su retórica política habitual.

En los últimos meses, durante los CMD, el mandatario ha prometido construir aeropuertos, permitir el ingreso libre a las universidades, realizar varias obras públicas, rebajar el sueldo de los funcionarios estatales, instaurar el trabajo forzado para reos, entre otros ofrecimientos de corte netamente populista. Al mismo tiempo, se aprovechan estos espacios para insistir en propuestas como la de la asamblea constituyente y para ahondar en los ataques contra la prensa –improntas distintivas de esta administración–. “Los CMD no son Consejos de Ministros, cualquier persona que haya asistido a un Consejo de Ministros de verdad, donde se toman decisiones, se da cuenta de que estos Consejos Descentralizados son el equivalente de lo que sería un mitin de campaña con portátil y todo. Así no se gobierna, así se hace campaña, pero así no se gobierna”, ha dicho al respecto el expresidente Francisco Sagasti el último fin de semana.

Así, con este formato, el presidente Castillo y su Gabinete han encontrado una manera de usar su tiempo, además de cuantiosos recursos públicos, para promover agendas políticas que no responden a sus verdaderas funciones dentro del Poder Ejecutivo. El gobierno aprovecha, además, la ocasión para invitar a las autoridades locales a los eventos y concederles espacios de intervención con la intención probable de ganar algunos aliados políticos adicionales.

Si el gobierno pretende continuar con este formato de Consejos de Ministros, debe explicar mucho mejor cuál ha sido su utilidad hasta ahora. Esto debería ser claro sobre todo para la misma administración, pues, al final de cuentas, si el presidente Castillo y su equipo no son capaces de hacer realidad las promesas que van regando a lo largo del país, la factura que deberán pagar no será barata. El pueblo, al que el presidente Castillo hace regular alusión, no es tonto y la ausencia de actas –que revela, además, la informalidad de este gobierno– no borra la palabra empeñada.