Editorial: Convertir la plata en plata
Editorial: Convertir la plata en plata

La minería, qué duda cabe, ha sido uno de los más importantes motores –si no el principal– de la economía peruana en los últimos años. El inesperado y positivo crecimiento del PBI de se logró en buena parte gracias al aporte de alrededor del 12% del sector minero, según cifras del . En comparación con también importantes, se estima, por ejemplo, que mientras la agricultura genera US$5 mil millones de divisas y la pesca US$3 mil millones, la minería genera US$20 mil millones. Además, el calcula que por cada trabajo generado en el sector minero se crean nueve empleos adicionales de forma indirecta.

Sin embargo, y pese a lo que muchas personas que subestiman la importancia de esta actividad puedan pensar, ni el Perú cuenta con un monopolio minero ni el atractivo por su oferta será eterno, como evidencia la caída de precios de los metales en los últimos años. Por ello, se requiere aprovechar la riqueza que yace en nuestro territorio y ser una plaza tanto o más tentadora que otros países que cuentan con un abanico geológico similar al nuestro.

Un buen indicador para medir esto es la encuesta anual que prepara el , que evalúa qué tan atrayentes son algunas jurisdicciones para realizar inversiones mineras y cuyos resultados del 2016 fueron publicados la semana pasada. A primera vista, los números parecerían alentadores pues ubican al Perú en el puesto 28 (de 104), escalando 8 posiciones respecto del año pasado, colocándonos en el primer lugar de América Latina. 

Visto en detalle, sin embargo, el reporte nos permite apreciar algunas falencias, pues mientras nuestro potencial geológico nos sitúa en el puesto 17, la percepción de nuestras políticas públicas, es decir, la que permite aprovechar ese potencial, nos hace retroceder a la segunda mitad de la tabla y nos coloca en la ubicación 54. En particular, es resaltante que la encuesta arroje para nuestro país que factores como la incertidumbre de disputas territoriales disuade al 69% de inversionistas, mientras que para el 44% de encuestados la duplicidad de normas y la inestabilidad política los hace considerar otras naciones antes que el Perú.

Estas apreciaciones se confirman al revisar algunos de nuestros más recientes indicadores. Respecto a la producción minera, esta ha percibido un descenso desde el 2008 con un promedio de variación porcentual negativa de 2,5% anual (que se detuvo, felizmente, en el 2015). Y la exploración –el primer paso para las inversiones mineras– ha caído de US$891 millones en el 2012 a US$373 millones en el 2016.

Para revertir esta situación, el ministro de Energía y Minas, , declaró hace unos días que el sector minero debe enfocarse en dos aspectos: la reducción de costos administrativos (a través de una simplificación de trámites y procesos, en la cual se plantea modificar el reglamento de exploración minera) y la mejora en la gestión de conflictos sociales (para lo cual el gobierno oficializó el pasado martes la creación del bajo la Presidencia del Consejo de Ministros).

Sobre el primer punto, es evidente la necesidad de reducir la duplicidad burocrática y contar con mayor claridad en el marco regulatorio para la exploración minera, que hoy exige requisitos similares a los que se piden a una mina en operación. 

En el manejo de los conflictos sociales, no obstante, las acciones del gobierno hasta la fecha no permiten ser muy optimistas. La administración de no solo no ha logrado reactivar aquellos proyectos que se paralizaron durante el gobierno de Ollanta Humala, sino que se han sumado nuevos conflictos sin solución definitiva. 

Las inversiones de largo plazo requieren países con consistencia en sus políticas y marcos institucionales. Lograr que el famoso “banco” geológico se pueda transformar en dinero para el desarrollo del país requiere una acción decidida y firme para promover las inversiones mineras. De otra manera, así como en el fútbol, la historia de nuestros minerales será como la de aquellas eternas promesas canteranas: que tenían todo el potencial del mundo, pero que nunca lo llegaron a explotar.