Editorial: Creo que estoy seguro…
Editorial: Creo que estoy seguro…

La segunda vuelta debería ser una etapa de la carrera electoral en la que, superada la necesidad de destacar entre otros 15 competidores, los dos candidatos participantes lucen sus mejores galas para atraer a los que no los respaldaron en la primera ronda. La campaña a la que estamos asistiendo, sin embargo, tiene más bien el aspecto de ser una competencia de errores y desatinos entre Fuerza Popular (FP) y Peruanos por el Kambio (PPK), que podría condenarnos a encumbrar en la presidencia al postulante de la organización que los cometa en menor medida.

En el caso de FP, los despropósitos se han materializado a través de intervenciones de varios de sus voceros que han socavado la imagen de distancia y renovación frente al gobierno de los noventa que Keiko Fujimori tan denodadamente ha buscado transmitir. 

En lo que concierne a PPK, por otro lado, los desaciertos recientes han tenido que ver con el viaje del candidato por una semana a Estados Unidos (un país en el que, como ha hecho notar Fernando Tuesta, obtuvo en la primera ronda menos votos que en el distrito limeño de Magdalena); y, sobre todo, con las contradicciones y retrocesos con respecto al planteamiento que figura en su plan de gobierno de sustituir la actual compensación por tiempo de servicios (CTS) por un seguro de desempleo.

Sobre las virtudes o defectos de esa idea, hemos editorializado ya en esta página algunos días atrás. Ahora lo que queremos poner sobre el tapete es más bien la falta de temple que las contramarchas de ese tipo revelan y lo poco convenientes que resultan para quien está interesado en persuadir a la ciudadanía de sus atributos como estadista.

La preocupación, además, deriva del hecho de que no es esta la primera vez que ese partido o Kuczynski mismo retroceden en una iniciativa por el temor que aparentemente les infunde el costo político de seguir impulsándola.

El primer ejemplo se remonta a algún tiempo antes de la campaña, cuando el actual aspirante presidencial se desdijo de su apoyo inicial a la ‘ley pulpín’, arguyendo que la nieve que caía en Nueva York (donde él se encontraba cuando le hicieron la pregunta al respecto) le había impedido oír bien de qué se trataba.

Luego vino el repliegue de lo que señalaba su documento “Llegó la hora de crecer. Ocho ideas PPK” acerca de la reducción de ministerios. El folleto decía textualmente “debemos reducir el número de ministerios” y sin embargo, solo 24 horas más tarde de haberlo presentado y ante los embates de otros sectores políticos que identificaron la propuesta con una amenaza de despidos a nivel estatal, Kuczynski declaró en una entrevista: “Los periódicos destacan que vamos a reducir el número de ministerios. Eso no es así”.

En ese mismo rubro, el candidato de PPK pasó de juzgar demagógica la propuesta de Alan García de crear un ministerio de la juventud, a considerarla una posibilidad interesante, en una intervención cuyo recuerdo pone hasta ahora incómodos a sus voceros cuando están frente a la prensa, sin dejarles más refugio que decir que la idea “está en evaluación”.

Durante la primera vuelta, Kuczynski también volvió sobre sus pasos respecto de la renegociación de los contratos de exportación del gas. La solvencia que demostró al recordar que el precio del gas se había desplomado en nuestro mercado de destino y que, por lo tanto, era irreal pensar en una fórmula renegociadora (al menos una que resultara atractiva para la otra parte y viable), desapareció unas semanas después cuando el candidato de PPK puso su rúbrica al “Manifiesto del Cusco”, documento en el que se comprometía a promover la modificación del contrato de exportación.

Recientemente, por otra parte, Kuczynski ha modulado algunas variaciones sobre el trato que inopinadamente declaró le dispensaría al ex presidente Fujimori de llegar al poder. De sentenciar: “Firmaré una ley para que Fujimori cumpla su pena en su casa”, ha pasado a decir que él ‘firmaría’ tal disposición si el Congreso la diera. Y de ‘firmaré’ a ‘firmaría’ hay, como se sabe, un cambio de modo verbal (de indicativo a potencial), que solo se explica por las merecidas críticas que levantó su postura inicial.

Las vacilaciones en torno a la propuesta sobre la CTS, en consecuencia, no son un accidente, sino la confirmación de una conducta errática que mella lo que tendría que ser su ventaja comparativa en esta competencia –su solvencia como gobernante de experiencia– y que haría mal en atribuir a algún nuevo fenómeno climático que pudiera haber afectado alguna ciudad estadounidense durante su estadía.