(Foto: Congreso de la República).
(Foto: Congreso de la República).
Editorial El Comercio

Una nueva revelación relacionada con el financiamiento furtivo de las constructoras brasileñas a distintas campañas políticas en nuestro país acaba de dejar en mal pie a la anterior administración municipal metropolitana y, en concreto, a quien la encabezó: . En este caso, el publicista Valdemir Garreta, que actualmente busca acogerse a la colaboración eficaz en el Perú, ha asegurado que recibió US$3 millones de Odebrecht y OAS como pago por su asesoría a la campaña por el No a la revocación, en el 2013.

Dueño de la consultora FX Comunicaciones, Garreta ha declarado a la fiscalía peruana que a fines del 2012 Luis Favre lo llamó para consultarle si podía realizar la referida campaña y que viajó a Lima para tratar sobre la misma. Como se sabe, un mes antes de que se votase la revocación, la alcaldesa firmó sendos contratos con cada una de las dos constructoras brasileñas: el proyecto Vías Nuevas de Lima, cuyas obras estaban valorizadas en US$499 millones, en el caso de Odebrecht; y la adenda al acuerdo con la empresa Lamsac, con la que se cambió el proyecto Línea Amarilla por Vía Parque Rímac y, entre otras cosas, se autorizó la ampliación de la concesión de los peajes de 30 a 40 años a favor de OAS.

Habida cuenta de las razones por las que los funcionarios de esas empresas se encuentran procesados en Brasil y otras partes del mundo, el motivo de la suspicacia es evidente; máxime si, como decíamos al principio, se trató de ‘aportes’ no declarados.

La señora Villarán, sin embargo, sigue tratando el asunto como si no tuviese mucho que ver con ella y, en irónico paralelo con la actitud de la lideresa del fujimorismo tras la divulgación de las recientes declaraciones de a los fiscales peruanos, refuta cosas que nadie le ha imputado. Así, por ejemplo, en respuesta a un editorial nuestro de hace dos meses, la ex alcaldesa señala que no conoce a Marcelo Odebrecht y que nunca ha recibido en su oficina, viajado o conversado con Jorge Barata. ¿Y quién le había atribuido lo contrario?

Lo que se le exige, en realidad, es que despeje las sombras que se ciernen sobre el origen de los fondos de una campaña que la tenía como personaje central y responsable política. Pero a la poca certeza de reportes transparentes al respecto, han venido a sumarse recientemente afirmaciones como “en una campaña tan difusa, no fue fácil llevar la contabilidad de lo que se gastaba”, “logramos ordenar parte importante de estos aportes” o “yo no he manejado ni un solo sol de la campaña para la revocatoria”, que, más que tranquilizadoras, resultan inquietantes.

La señora Villarán niega haberse reunido con Garreta y haber tratado sobre el pago que recibiría por sus servicios, como este ha sostenido. Pero aun cuando eso fuera cierto, lo que no podría haberle pasado desapercibido son los servicios mismos y la interrogante sobre el origen de los fondos para solventarlos, pues ni aunque hubiesen destinado la totalidad de los S/1’614.321,50 que, según ella, tuvo de ingresos su campaña, habrían logrado cubrir la mitad del costo que Garreta habría cobrado.

No hace falta, además, un solo centavo turbio en su bolsillo para hablar de una posible deshonestidad en este contexto. Bastaría que, a fin de obtener un beneficio político como el de superar el intento de revocarla, hubiese mirado para otro lado mientras algún arreglo ilegítimo se estaba produciendo.

Alguna vez la señora Villarán pareció erigirse como la figura que podría capitanear la renovación de la trasnochada izquierda peruana. No obstante, tras su primera victoria electoral, los escasos éxitos de su gestión municipal fueron desdibujando esa posibilidad. Y ahora, la bruma que proyecta sobre las cuentas que competen al proyecto político que encabezó daría la impresión de estar a punto de disolver para siempre ese espejismo.