Agenda de competitividad 2014-2018 presenta un avance del 38% - 1
Agenda de competitividad 2014-2018 presenta un avance del 38% - 1

Voceros del gobierno suelen destacar los logros de la economía peruana. Cuando las cifras de crecimiento decaen, recurren a la comparación: “pero los otros cayeron más” es una respuesta usual. La economía peruana ha vivido en los últimos años de algunos logros, sumados al influjo de las cotizaciones de las materias primas. Caídas esas cotizaciones, se comienzan a desnudar nuestras falencias, muchas de ellas exacerbadas en los últimos años.

Un indicador que refleja bien la situación, sin el impulso de las cotizaciones de bienes primarios, es el de la competitividad. La competitividad es la capacidad de un país para competir a través de mayor productividad con los otros en el mercado internacional. Esta ha caído, del 2008 al 2015, del puesto 35 al puesto 54 entre 61 países, según el ránking del . El IMD es una escuela de negocios conocida internacionalmente, con sede en Suiza. La economía doméstica, el comercio internacional, la inversión extranjera y el empleo han desmejorado su comportamiento, según el IMD. 

Para el (WEF por sus siglas en inglés), sin embargo, nuestra competitividad económica no cae tan dramáticamente. WEF es una organización internacional sin fines de lucro, orientada a alentar la cooperación público-privada. Se trata de metodologías de medición distintas. En su ránking caemos del puesto 21 al 23 del período 2012-2013 al de 2015-2016.

El talón de Aquiles, lo que nos impide ser competitivos en el mundo y, en consecuencia, mejorar la economía de las personas, son las instituciones. El exceso de burocracia, la falta de confiabilidad, la corrupción, la regulación laboral y fiscal son parte de la causa, según el estudio del WEF. Hemos pasado del puesto 95 al puesto 116 en el tema de las instituciones, según su investigación.

Los problemas de competitividad del Perú no los ha creado un gobierno u otro, sino que se vienen arrastrando por décadas. Sin embargo, la administración actual ha tenido poca voluntad para enfrentarlos. El crecimiento que tuvimos durante el gobierno anterior y parte del actual se debió, sobre todo, a la alta cotización de las materias primas. Se avanzó muy poco en solucionar los problemas estructurales de fondo y, por el contrario, perdimos competitividad.

El ambiente electoral puede crear una cierta sensación de inestabilidad. Debería ser aprovechado por los candidatos, más bien, para ofrecer opciones en la agenda la competitividad. Esta no es un concepto económico vacío. La competitividad, estrechamente vinculada a la productividad, es lo único que asegura el crecimiento sostenido y la eventual superación de la pobreza en el largo plazo. Ni el precio de los minerales ni los tratados de libre comercio que suscribamos ni los programas sociales que pongamos en operación serán determinantes para mejorar la calidad de vida de la población en las décadas por venir; solo mejoras en la competitividad pueden lograr ese objetivo.

El gobierno y la oposición, el Ejecutivo y el Congreso, deben, por eso, prestar atención al problema de la productividad y a las condiciones que la limitan en el Perú. Los candidatos y partidos deben, también, estudiar el problema y plantear en sus agendas electorales soluciones o, por lo menos, caminos de solución para los problemas que nos impiden ser competitivos.

No se trata de obtener una posición en una lista de premiados. De lo que se trata es de mejorar la condición de los peruanos y de posibilitar una ruta viable de desarrollo. El nuestro es un pueblo esforzado y creativo, pero los obstáculos que se le pone a su progreso son realmente gigantescos. La lista de trabas a la inversión impuestas por este gobierno en distintos sectores, esbozada en el editorial del sábado pasado, no ha hecho sino complicar aun más una situación delicada que había sido parcialmente soslayada por el aumento en los precios de los minerales. 

Hay que persistir en lo que ha resultado bien. La estabilidad monetaria, por ejemplo, es una condición que tiene que defenderse a todo trance. En la medida, sin embargo, en que la agenda de competitividad continúe siendo relegada por otras agendas, la ruta al desarrollo nos seguirá siendo esquiva.