Editorial: La defensa siciliana
Editorial: La defensa siciliana

El testimonio de un colaborador eficaz del Caso Lava Jato en Brasil (el ex representante de esa empresa en el Perú Jorge Barata, según versiones oficiosas) ha puesto al ex presidente Alejandro Toledo frente a una muy seria acusación. El testigo en cuestión, en efecto, ha declarado que, mientras estaba en el poder, Toledo negoció y obtuvo una coima de US$20 millones por favorecer a la constructora en la licitación de los tramos II y III de la carretera Interoceánica Sur.

La versión delatora incluyó, además, la precisión de que los pagos se habrían hecho a través de las cuentas de Josef Maiman, el amigo que actuó como generoso financista de más de una operación inmobiliaria que benefició al matrimonio Toledo-Karp. Ello despierta la suspicacia de que los ‘préstamos’ del empresario israelí para adquirir tales propiedades pudieran haber sido sencillamente la manera en que parte del presunto dinero sucio llegase a su destino final.

Según el Ministerio Público de nuestro país, 11 de esos 20 millones ya habrían sido detectados. Y la cuenta del Citibank de Londres que los acogió sería la misma desde la que se transfirió en su momento dinero a la recordada empresa ‘offshore’ Ecoteva, que solventó las compras que tantos dolores de cabeza les han traído al ex presidente y a su esposa.

Así las cosas, a nadie debe extrañar que se dicte prisión preventiva y una orden de captura nacional e internacional para el ex mandatario. Pero eso, por cierto, no es lo mismo que declararlo sumariamente culpable o retirarle el derecho a un debido proceso.

Por esa misma razón, a nadie debe extrañar tampoco que Alejandro Toledo y, por extensión, la señora Eliane Karp ejerzan su defensa por todos los medios posibles, empezando por los contactos con la prensa… Aunque hay que decir que la que han ensayado hasta el momento no ha sido la mejor.

Por un lado, el ex jefe de Estado le ha lanzado un ‘desafío’ a Barata, “Que diga cuándo, cómo, dónde y en qué banco me ha dado USS$20 millones a mí”, lo ha conminado por la televisión. Un intento, se diría, de crear la falsa ilusión de que este tipo de sobornos se hace con candorosos depósitos al nombre del coimeado, cuando la labor de la fiscalía consiste precisamente en demostrar que el elíptico camino del dinero conduce a un bolsillo oculto detrás de la fronda financiera.

El cuándo, el cómo y el dónde, por lo demás, están al parecer ya establecidos. Lo que falta es el “a mí”. Y es evidentemente alrededor de ese asunto que se librará la batalla probatoria de ahora en delante.

La señora Karp, por su parte, ha salido a responder a un comentario del presidente Kuczynski en el sentido de que las recientes noticias sobre el ex mandatario revelan “una traición al pueblo peruano” y a quienes trabajaron en su gobierno (como él mismo), con la sentencia: “¡No me hagas hablar, because I know what you did last time (yo sé lo que hiciste la última vez)!”. En aparente alusión a algo indebido que el hoy presidente habría hecho cuando era ministro del toledismo.

La frase de la señora Karp, no obstante, es singularmente desacertada porque si se refiriese a algo falso, sería una calumnia. Y si se refiriese a algo cierto, sería el reconocimiento de que ha guardado silencio sobre un delito que conocía, en el mejor estilo siciliano. La expresión “no me hagas hablar”, de hecho, suena a una amenaza de romper un código no precisamente virtuoso.  

Rebatir acusaciones de corrupción suele ser para los políticos una tarea ardua y con el viento en contra; máxime cuando hay –como en este caso– bienes o propiedades cuya adquisición ha sido objeto de varias explicaciones fallidas. Con su inquietante defensa, sin embargo, el ex presidente y su esposa amenazan con transformar lo difícil en imposible.