Editorial El Comercio

Al momento de escribirse estas líneas, El Comercio pudo confirmar que había comandante general de la PNP y que la resolución que nombra a Jorge Angulo como su reemplazo se publicaría hoy, según fuentes de este Diario. Como se sabe, recientes destapes periodísticos han revelado la cercanía que Alfaro tuvo hasta hace poco con Jorge Hernández Fernández , implicado en una presunta red de espionaje encabezada por el entonces presidente .

Los problemas de Alfaro Alvarado comenzaron a principios de este mes, cuando apareció en la que se lo veía junto al cuestionado personaje. La máxima autoridad de la PNP se apresuró a afirmar en aquella ocasión que la imagen había sido captada durante una ceremonia protocolar (la inauguración de una gruta de Santa Rosa en la Oficina de Disciplina de la PNP del Callao), celebrada en agosto del 2021 y en la que simplemente había coincidido con Hernández Fernández. Aseveró, además, que no lo había vuelto a ver…

Este domingo, sin embargo, el programa periodístico “Cuarto poder” divulgó , tomada el 6 de diciembre del 2021, en la que Alfaro aparece otra vez cerca del individuo en cuestión, y nada menos que celebrando su cumpleaños: una circunstancia que difícilmente puede indicar otra cosa que un vínculo muy estrecho. La gruesa mentira del comandante general de la PNP quedó, pues, expuesta; pero luego vendría más.

Horas después, en efecto, este Diario dio a conocer entre ellos dos sobre cambios en las direcciones de la institución policial que obran en poder del Ministerio Público. En uno de los mensajes, concretamente, ‘El Español’ le anuncia a Alfaro que será designado cabeza de la Dirección de Inteligencia (Dirin).

Se trata, en general, de intercambios que tuvieron lugar mientras era todavía comandante general de la PNP y , ministro del Interior. Y, de hecho, el primero de ellos se encuentra ahora comprendido junto con Alfaro en una investigación fiscal que supuso ayer el allanamiento de sus domicilios. Los delitos que se les imputan son singularmente graves: organización criminal, peculado de uso, tráfico de influencias y corrupción de funcionarios –cohecho pasivo propio en el ejercicio de la función policial–.

Pero, en realidad, lo que se ha conocido en las últimas 48 horas no hace sino confirmar lo que ya se sabía: que, durante su gobierno, Pedro Castillo intentó copar la PNP y, en el camino, la infectó de corrupción. Recordemos las comprados que comprometen a oficiales que todavía permanecen en la institución. Al igual que en otros sectores de la administración pública, el actual gobierno ha empezado allí una labor de limpieza que está todavía lejos de haber concluido.

Conviene anotar, asimismo, que las investigaciones rebasan el ámbito del Ejecutivo. En particular, tiene que aclararse cuál fue exactamente el rol del congresista fujimorista y miembro de la Comisión de Inteligencia en toda esta trama, pues sus propios vínculos con ‘El Español’ han sido ya largamente probados. En ese sentido, si bien cabe coincidir con el pedido del presidente de la Comisión de Fiscalización del Congreso, el también fujimorista Héctor Ventura, para que se destituya a Alfaro, hay que reclamar que él y sus colegas vuelvan los ojos hacia los aspectos de este escándalo que comprometen al Legislativo.

A Hernández Fernández, hay que precisar, se lo acusa de mucho más que de pertenecer a la que Castillo habría tratado de montar. Aparte de inmiscuirse ilegalmente en la vida de personas que el actual inquilino del penal de Barbadillo identificaba como enemigos políticos, la mencionada red habría tenido por fin “intimidar y atentar contra la integridad física” de funcionarios del Ministerio Público, miembros de la policía, periodistas y colaboradores eficaces que brindaban información sobre la corrupción del gobierno del exmandatario. Y esas son palabras mayores.

Así las cosas, la salida de Alfaro no solo es positiva, sino que resultaba indispensable para separar los serios indicios que lo comprometen a él de la imagen institucional de la PNP. Sin embargo, la labor de desinfección y limpieza en la institución policial es una tarea urgente que recién está empezando.

Editorial de El Comercio