Editorial: La dieta sin esfuerzo
Editorial: La dieta sin esfuerzo

Los profesionales de la salud y especialistas en nutrición coinciden en que un estado físico óptimo depende de una combinación de varios factores como una dieta balanceada y la actividad física constante, descartando la existencia de fórmulas mágicas que logren los resultados deseados sin ningún tipo de esfuerzo.

Los partidos políticos en el Perú –qué duda cabe– no se encuentran en buen estado. Desde hace mucho tiempo, los indicadores de percepción ciudadana los ubican en el fondo de la tabla en cuanto refiere a la confianza en instituciones. La ausencia de ideales programáticos en la política se aprecia cada vez que vemos a los postulantes defendiendo colores partidarios distintos –cuando no diametralmente opuestos– a los que representaban en la elección pasada. Y la situación no mejora después de los comicios. En el último Congreso, por ejemplo, las seis bancadas que iniciaron en el 2011 se convirtieron en nueve y un grupo de congresistas no agrupados para el final del período. Y si vamos más atrás, tendríamos que recordar el vergonzoso espectáculo que protagonizó el Congreso en el año 2000, cuando se utilizaron recursos del Estado para comprar las conciencias de parlamentarios y su traslado al fujimorismo, el entonces partido de gobierno.

Frente a estos hechos, el último jueves, el pleno aprobó la ley contra el transfuguismo, que castiga a los congresistas renunciantes o expulsados de sus bancadas con la prohibición de sumarse a otras. También les impide integrar la Mesa Directiva y las comisiones parlamentarias.

Uno de los problemas con esta medida, como adelantamos en un editorial anterior, es que castiga, por igual, a justos y pecadores. Nadie discute que es un problema cuando un congresista abandona la plataforma política por la que fue elegido, anteponiendo sus intereses personales. Pero, ¿qué ocurre cuando es el partido el que abandona esa plataforma, como ocurrió, por ejemplo, con el Partido Nacionalista durante el período anterior? La Constitución indica que los congresistas representan a la nación. Su lealtad, entonces, debe estar con sus electores, y si un partido abandona sus propuestas de campaña o incurre en conductas contrarias a la ley o a la ética, los congresistas ajenos a esas decisiones deberían tener el derecho a dar un paso al costado sin ser sancionados.

Esta ley, además, no considera un problema previo: que, bajo nuestras reglas electorales vigentes y en un contexto de debilidad de partidos políticos, se suele votar más por las personalidades antes que por las agrupaciones. Como reveló la Asociación Civil Transparencia, 92 de los 130 nuevos congresistas fueron invitados en las organizaciones políticas por las que postularon. Solo 38 eran miembros de esos partidos al momento de postular. 

Al sustentar la decisión del fujimorismo de impulsar esta iniciativa, el congresista de Fuerza Popular Miguel Torres dijo que lo único que se está sacrificando es el derecho colectivo de formar parte de un grupo parlamentario. Pero, ¿qué hay de las obligaciones que deberían asumir los partidos? Después de todo, si un congresista termina retirándose de una bancada, hay también responsabilidad en la agrupación política que lo llevó hasta el hemiciclo. Así, la norma aprobada esta semana permite que los partidos se beneficien de la buena imagen que puedan darles sus invitados durante la campaña y de los votos que se transformarán en una curul parlamentaria, sin tener que asumir los costos por una inadecuada selección de sus candidatos ni los esfuerzos para alcanzar una verdadera solidez partidaria. 

Mientras que con esta ley los partidos políticos aseguran su número de representantes en el Palacio Legislativo, las verdaderas causas de la enfermedad del tipo de transfuguismo que se quiere atacar se mantienen intactas. No se ha discutido todavía la eliminación del voto preferencial, que es el principal incentivo que tienen los congresistas para preocuparse por su candidatura individual antes que la de sus partidos. No se han corregido la superposición y la poca extensión de varios plazos en el calendario electoral, que dificultan que exista un tiempo prudente para que los partidos puedan desarrollar verdaderas elecciones internas. Tampoco se ha dicho nada acerca de la regla que permite invitar al 25% de candidatos al Congreso sin afiliación previa, y que hoy es usada por las cúpulas partidarias para escoger a quienes ellos quieran y darles un lugar preferencial en su lista de postulantes.

En otras palabras, las bancadas parlamentarias quieren lograr un estado espléndido, sin hacer dieta ni ejercicio. Tarde o temprano, se darán cuenta de que esas fórmulas mágicas no existen.