Editorial: Dieta de sapos
Editorial: Dieta de sapos

La autoría de la famosa frase según la cual la política es el arte de tragar sapos sin poner mala cara es disputada, pero la verdad que encierra, no. Y acabamos de tener muestra de ello en los dos lados del espectro ideológico peruano.

Tanto en la derecha como en la izquierda local, en efecto, se han cocinado en estos días arreglos que suponen ignorar no solo supuestas diferencias doctrinarias, sino también agravios y, en algunos casos, hasta acusaciones de delito. Una verdadera dieta de sapos con el solo afán de no perder la pequeña aspiración de poder que permite el acomodarse en los recovecos de algún pacto que no plantee demasiados requisitos de incorporación. 

Al borde del vencimiento del plazo establecido por el Jurado Nacional de Elecciones para la conformación de alianzas (que se cumplió ayer), y agobiado quizás por el riesgo de no pasar la valla del 5% y perder su inscripción, el Partido Popular Cristiano (PPC) anunció el viernes, por ejemplo, que irá a los comicios de abril con el Apra. Y si esto ya era sorprendente por las confrontaciones que se produjeron entre estas organizaciones y sus líderes en las campañas del 2001 y el 2006, en la actual coyuntura, en la que existe una auténtica guerra interna en el partido socialcristiano, resulta incomprensible. 

Los dos sectores pepecistas en conflicto han cerrado efectivamente filas en torno a la decisión de ir en coalición con el Partido Aprista. Y si bien esto fue posible gracias a la propuesta de su fundador, Luis Bedoya Reyes, de llevar los dos asuntos –el de los pleitos intestinos y el de la determinación del futuro político inmediato del PPC– “por cuerdas  separadas”, la fórmula no parece consistente.

¿Cómo pueden dos facciones que hasta hace unos días se acusaban de haber cometido fraude en las elecciones internas del partido estar ahora unidas bajo una misma causa, sin que aquellas imputaciones hayan sido despejadas? La respuesta, sin duda, no involucra un criterio principista.

Por otro lado, el conglomerado Únete por otra Democracia, que reúne a las organizaciones de izquierda Patria Roja, Ciudadanos por el Cambio, Fuerza Social y otras, rompió recientemente también con el partido Democracia Directa (formado por los fonavistas) y con el Bloque Nacional Popular, en medio de cuestionamientos por los resultados de un proceso en el que buscaban elegir a un candidato común. El postulante lanzado por los primeros, Gonzalo García Núñez, fue derrotado por Andrés Alcántara de Democracia Directa, pero aquí también hubo acusaciones de fraude que acabaron con los afanes unitarios. 

El problema para los integrantes de Únete por otra Democracia, sin embargo, es que al quedarse solos se quedaron también sin inscripción que les permitiera participar en los comicios del próximo año. Y acaso con ese apremio en mente, anunciaron hace unos días que procurarán incorporarse al Frente Amplio, que sí tiene inscripción y ya eligió a Verónika Mendoza como su candidata presidencial y a Marco Arana como aspirante a la primera vicepresidencia. 

La incongruencia que supondría ese arreglo, empero, es que solo unos meses atrás, ellos mismos divulgaron un comunicado en el que acusaban a Arana de haberle dedicado palabras “arrogantes y sectarias” a Yehude Simon (quien por entonces compartía su proyecto político), que estropeaban la posibilidad de conformar una sola opción electoral de izquierda.  

Ahora, de pronto, la arrogancia y el sectarismo ya no parecen escollos tan graves. Apenas inconvenientes que pueden ser soslayados a cambio de un espacio en el frente que va a participar en las elecciones precisamente con la inscripción del partido de Arana (Tierra y Libertad). O sapos que se pueden tragar forzando una sonrisa, si con ello evita uno quedarse varado en la estación cuando el tren de la puja por el poder y los cargos de representación está por partir.

Winston Churchill decía que los estadistas piensan en las próximas generaciones, mientras los políticos solo en las próximas elecciones. Lamentablemente, entre nosotros, los que parecen abundar, en la derecha o en la izquierda, son los segundos.