Quizá bajo el supuesto erróneo de que las empresas de mayor volumen no van a requerir asistencia en tiempos de fuerte bajón económico, las iniciativas de política las han puesto en un segundo orden de prioridad. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
Quizá bajo el supuesto erróneo de que las empresas de mayor volumen no van a requerir asistencia en tiempos de fuerte bajón económico, las iniciativas de política las han puesto en un segundo orden de prioridad. (Ilustración: Rolando Pinillos Romero)
Editorial El Comercio

Los experimentos locales y globales de planificada –en los que las autoridades decidían sobre todo aspecto de la producción– fallaron por varios motivos. Uno de ellos era la complejidad de las economías modernas. Una red vasta, invisible y sumamente entrelazada de , proveedores, clientes, , prestamistas y otros configura el tejido económico de cualquier país. En economía y negocios prácticamente no existen compartimientos estancos; todo depende, de una y otra forma, de todo el resto.

La actual ha puesto una presión extraordinaria sobre este tejido, que empieza ya a ceder en sus partes más afectadas. El ha atendido este problema, como corresponde, desde diferentes frentes. Para los trabajadores y extrabajadores formales facilitó la disposición de sus ahorros de seguridad social, liberando parte de la CTS y de las cuentas de pensiones de las AFP. Por su lado, entre millones de trabajadores informales e independientes se viene distribuyendo el bono Quédate en Casa, de S/380 quincenales por familia.

Para las microempresas y pequeñas empresas se habilitó inicialmente un fondo de S/300 millones para colocarse en créditos. Muchas de estas empresas serán también las beneficiarias del subsidio de 35% del sueldo a trabajadores con salarios brutos menores de S/1.500 mensuales. Luego, en un esfuerzo muchísimo más ambicioso, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), en coordinación con el Banco Central de Reserva (BCR), anunció que colocaría S/30.000 millones, garantizados por el Tesoro, a disposición de las empresas que requieren liquidez para cubrir sus obligaciones inmediatas, con un tope de S/10 millones por empresa.

Pero una fibra fundamental en este tejido, y que ha pasado relativamente desapercibida en las discusiones recientes, es la empresa mediana o grande. Quizá bajo el supuesto erróneo de que las empresas de mayor volumen no van a requerir asistencia en tiempos de fuerte bajón económico, las iniciativas de política las han puesto en un segundo orden de prioridad. Este error puede ser sumamente costoso a corto y mediano plazo.

Las grandes y medianas empresas absorben el 27% del empleo total y el 70% del empleo formal, cuya remuneración está en su mayor parte significativamente por encima del promedio nacional. Además, las últimas cifras disponibles apuntan a que las empresas consideradas por la Sunat como principales contribuyentes aportan más del 80% del Impuesto a la Renta empresarial. El enorme déficit fiscal que generarán las medidas para combatir la crisis podrá ser mucho mejor manejado si quienes pagan la mayor parte de la cuenta permanecen operando.

Más importante aún, en este tejido económico complejo, las empresas medianas y grandes suelen ser la locomotora detrás de la demanda de empresas más chicas e incluso informales. Sea a través de la cadena de proveedores, a través de los propios bienes que producen, a través del consumo familiar de sus trabajadores, o a través simplemente del dinamismo económico que le imprimen al país en general, las empresas de gran escala y alto valor agregado son parte esencial de todo el resto de la actividad productiva nacional.

Aun con esto, las empresas medianas y grandes no son inmunes a la paralización económica. La intensidad del golpe encajado sobre las compañías depende, en realidad, menos de su tamaño y más del sector económico en el que se desenvuelven. Una pequeña bodega puede estar hoy en una posición financieramente más sólida que una gran cadena de hoteles o una aerolínea de cientos de trabajadores.

El reto que tiene el Gobierno por delante es garantizar que un problema de liquidez temporal no desaparezca empresas y empleos de forma permanente, sea cual sea el tamaño de sus operaciones. En este aspecto, los esfuerzos que se vienen desplegando de parte del Gobierno harían bien en mirar más arriba en la cadena; no vaya a ser que se rompa por el lado que sostenía a buena parte del resto.


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