El excandidato presidencial y líder del partido Alianza Para el Progreso (APP), César Acuña, en una foto de archivo de este Diario. (Foto: Archivo/El Comercio).
El excandidato presidencial y líder del partido Alianza Para el Progreso (APP), César Acuña, en una foto de archivo de este Diario. (Foto: Archivo/El Comercio).
Editorial El Comercio

Hoy se conoció que el líder de , , ha solicitado al juez que sigue la causa de su querella por difamación agravada contra el periodista Christopher Acosta y el director general de Penguin Random House Jerónimo Pimentel (así como contra esa empresa como tercero civilmente responsable) que “se forme y se requiera a los querellados para que señalen bienes libres”. Esto a fin de garantizar el pago de la reparación de S/100 millones que el demandante exige por el presunto delito ya mencionado.

Como se sabe, a principios de este año, Acosta publicó en la referida editorial el libro , en el que traza un perfil del excandidato presidencial a partir de una investigación sobre su vida y su trayectoria como hombre de negocios. Y aunque Acuña declaró en medio de la campaña de la primera vuelta que no presentaría demanda contra el autor, eso fue exactamente lo que poco tiempo después hizo.

De acuerdo con el exgobernador regional de La Libertad (quien confiesa supuestamente difamatorio), su abogado le ha dicho que hay en el libro “más de 102 frases que tienen que explicarse en el Poder Judicial”. Pero Acosta ha aseverado que tales frases están sustentadas en documentos formales o declaraciones públicas anteriores a la aparición de su obra.

Si esto es así, la demanda perderá por supuesto sustancia, pero es claro que mientras eso se resuelve en la instancia judicial correspondiente, el pedido de embargo funcionará como un elemento intimidatorio. Para el autor de “Plata como cancha”, lo que Acuña ha hecho a través de este recurso no es otra cosa que “intensificar su campaña de miedo contra los periodistas que osan publicar contra él”.

De hecho, el Instituto Prensa y Sociedad (IPYS) en el que rechaza el uso del sistema judicial peruano como vía de amedrentamiento a periodistas e insta al juez de la causa “a evaluar con serenidad un pedido […] que representa un grave atentado contra la libertad de expresión en el país”. Y en similar sentido se pronunció el Consejo de la Prensa Peruana (CPP). Declaraciones a las que desde estas páginas nos adherimos.

Resulta particularmente alarmante, además, que esta amenaza a uno de los pilares del sistema democrático provenga en este caso del líder de una organización política que se reclama defensora del mismo.

Por otra parte, si bien ser puntilloso acerca de las cosas negativas que se afirman de él y que, en esa medida, podrían mellar su imagen personal y política es ciertamente un derecho que asiste al excandidato presidencial de APP, llama la atención la ausencia de ese mismo celo en otras materias que sin lugar a dudas lo han afectado ya en ese mismo sentido. Nos referimos, para empezar, al nulo rigor con el que se conformaron en el pasado las listas parlamentarias de su partido. Como se recordará, los congresistas Edwin Donayre y Benicio Ríos, que pertenecieron a la bancada de APP elegida en el 2016, debieron dejar sus curules dos años después para que el Poder Judicial les dictó por distintos delitos cometidos antes de que postularan. Y no fue muy distinto lo que sucedió luego con el legislador Humberto Acuña, elegido en los comicios parlamentarios del 2020.

No parece preocupar tampoco al ex gobernador regional de La Libertad la ligereza con la que la mayoría de los actuales miembros de la bancada de su partido asumen la responsabilidad que tienen frente a un gobierno que comete casi cotidianamente atropellos y excesos. ¿Cómo explicar, si no, el desconcertante voto de confianza que le concedieron al ahora ex premier Guido Bellido –acaso el peor de los personajes que haya ocupado alguna vez la PCM– en aras de una teórica “gobernabilidad”?

En lugar de invertir sus energías en empeños como los indicados, que contribuirían a robustecer la democracia que él pretendidamente busca sostener, César Acuña prefiere abocarse al peligroso juego de intentar amedrentar a la prensa libre sin pensar en las nefastas consecuencias que, eso sí, puede acarrearle.