Editorial: Cómo se empobrece a martillazos
Editorial: Cómo se empobrece a martillazos
Redacción EC

Economistas de décadas pasadas decían que la negociación de acuerdos bilaterales para reducir aranceles al comercio exterior equivale a una conversación entre dos personas en la cual la primera acuerda pegarse ella misma con un martillo en la cabeza con menos vehemencia que antes si la segunda hace lo mismo. La imagen ilustra de manera clara lo que las restricciones al comercio internacional implican. El Perú ha entendido esta lección. Después de tener aranceles efectivos promedio de más del 12% en 1993, hoy esta tasa es de apenas 1%.

Por ello, resulta una buena noticia el reciente fallo del del Indecopi, que resolvió en última instancia administrativa eliminar las medidas impuestas a la importaciones de prendas chinas que se aplicaron desde el primer trimestre del 2014. Como se sabe, las políticas antidumping consisten en sobrecostos que deben pagar algunos productos importados cuando su precio en el mercado de importación (en este caso, el Perú) sea menor que su precio en el mercado exportador (en este caso, ).

En concreto, el tribunal encontró que los productores nacionales de prendas de vestir no habían sufrido por la competencia del gigante asiático. En parte dado que la producción del Perú es manufacturada por un 94% de microempresas, que el 64% de las ventas de las mismas se destina a la exportación, y que la mayoría de indicadores de las empresas locales han sido positivos en los últimos años, no existe daño que justifique la protección.

Más allá, sin embargo, de este caso en particular, es útil detenerse en el fondo del asunto. Como decíamos en editoriales anteriores, si el Perú es el país que más ha crecido y el que más ha reducido la pobreza en América Latina en los últimos veinte años, ello se debe a la relativa consistencia con la que ha aplicado un modelo de crecimiento en el que la apertura económica y la abolición de los privilegios proteccionistas han sido un elemento central.

El efecto positivo de la apertura comercial y de la limitación de las barreras que impiden la competencia extranjera, en realidad, es doble. Por el lado de los productores locales, la propia industria nacional se ha visto favorecida gracias al estímulo de la competencia, se ha reestructurado y es hoy mucho más fuerte y competitiva que hace veinte años. Además, la competencia ha forzado a que los recursos productivos con los que cuenta el país (el dinero, la gente, las máquinas, los terrenos, etc.) sean destinados a los bienes que mejor podemos producir a un precio relativo más bajo que los demás. Si Argentina, por ejemplo, puede producir trigo más barato que nosotros, y nosotros producir quinua y espárragos mejor que ellos, ambos países nos beneficiamos si cada uno se especializa en lo que mejor puede hacer y luego comerciamos.

Por el lado de los consumidores locales, estos se benefician al acceder a una mayor diversidad de productos y, sobre todo, a un precio más bajo. Lo cierto es que quienes solicitan más protección para la industria local en el fondo están pidiendo que sean los mismos consumidores quienes, de su bolsillos, paguen por la baja competitividad de empresas que, en un mercado libre de intervenciones, estarían fuera del negocio. La protección de la que hablamos, en realidad, es para proteger los intereses de una minoría en desmedro de esas mayorías que deberán conformarse con productos más caros y de peor calidad. Para el peruano promedio mayor de 40 años no están muy lejos las épocas en que lo poco que podía encontrar disponible en los anaqueles eran productos orgullosamente nacionales pero pobremente producidos. Hoy, la competencia ha forzado a los productores –nacionales y extranjeros– a mejorar la oferta si quieren seguir siendo premiados con la preferencia de sus clientes. Todo ello, claro, sin mencionar que las facilidades comerciales suelen ser recíprocas, y que una decisión que limite el comercio de productos chinos en el Perú puede tener serias consecuencias en la entrada de productos peruanos en China.

Si bien aún queda pendiente eliminar varias trabas que siguen bloqueando el comercio externo, es saludable que las autoridades del respondan con decisión a los intereses organizados para mantener las barreras artificiales que les facilitan el negocio. El Perú esta semana parece haber decidido cambiar el tamaño del martillo por uno más pequeño.