El Gabinete de Mercedes Aráoz busca la confianza del Congreso. (Foto: PCM)
El Gabinete de Mercedes Aráoz busca la confianza del Congreso. (Foto: PCM)
Editorial El Comercio

En los últimos días ha crecido la expectativa por conocer quiénes serán los integrantes del denominado “Gabinete de la reconciliación”, y ante la demora del Ejecutivo por confirmar a los ministros entrantes y salientes, se viene especulando con diversos nombres. Las listas que han aparecido recientemente son heterogéneas, pero la mayoría, si no todas, coinciden en la ausencia de personas vinculadas a las bancadas presentes en el Legislativo, más allá de Peruanos por el Kambio.

Ello no tendría por qué extrañar dada la baja credibilidad de este gobierno y los constantes “fuera de juego” en los que el presidente suele dejar a sus ministros con declaraciones y anuncios poco reflexionados. Además, como señalamos , cada organización política es libre de contribuir o no con una gestión de gobierno. Ello no condona, sin embargo, el cuestionable argumento que ha dado, entre otros partidos, : que cumplir con un supuesto “encargo de oposición” encomendado por la población le impide colaborar con la actual gestión gubernamental. De hecho, como también dijimos entonces, la naturaleza del encargo que le dieron los ciudadanos a aquel partido no es otra que ser consistentes con sus promesas de gobierno. La participación de Fuerza Popular en el Gabinete, en ese sentido, podría precisamente servir más bien para hacer realidad los objetivos y planes que ofrecieron a los electores a los que pidieron su voto.

Sea que el nuevo Gabinete cuente con el concurso de otras fuerzas políticas o no, existe un público más grande con el que el Ejecutivo debería procurar una verdadera reconciliación: el compuesto por los más de 30 millones de peruanos que siguen a la expectativa del cumplimiento de las promesas que Pedro Pablo Kuczynski y Peruanos por el Kambio realizaron en campaña.

Luego de 18 meses de gobierno, dos presidentes de consejos de ministros y 33 titulares de cartera, es muy poco lo que el Ejecutivo puede mostrar como resultados o avances significativos en las principales tareas a su cargo.

¿Qué se puede decir, por ejemplo, sobre la mentada “revolución social” a la que hizo alusión el presidente Kuczynski en su discurso de asunción de mando? Por un lado, el ritmo de crecimiento del país continúa estando por debajo de los niveles adecuados para generar suficientes puestos de trabajo para quienes se incorporan al mercado laboral y llevar a más personas por encima de la línea de pobreza. Por el otro, la brecha de infraestructura para la provisión de servicios públicos se mantiene. Ello sin perjuicio del golpe a la moral y confianza ciudadana que han generado las revelaciones del , incluyendo las mentiras del propio mandatario.

En el ámbito laboral, más allá de los esfuerzos por reducir la carga burocrática (en registros y formularios) que debían cumplir los empleadores, dada con las facultades legislativas concedidas hace más de un año, el Ejecutivo no tiene nada que exhibir como reforma relevante. La ley del empleo juvenil –un muy tibio intento por reducir los costos de contratación de quienes recién ingresan al mercado laboral– no avanzó en el terreno parlamentario. La reforma previsional quedó atrapada en el informe de la Comisión de Protección Social que, en lo que toca a las propuestas, generaba más dudas y peligros que el escenario actual. Y la gran reforma laboral para devolverle flexibilidad a la contratación y licenciamiento de trabajadores simplemente nunca se inició.

Encarpetadas también están las reformas anticorrupción que propuso la Comisión Presidencial de Integridad hace más de un año, como también los cambios institucionales en el sector Salud, cuyos escándalos y negocios oscuros, paradójicamente, dieron origen a la formación de este grupo de trabajo. La abulia del Gobierno por tomar la iniciativa en la reforma del Poder Judicial y el Consejo Nacional de la Magistratura contrasta, pues, con las demandas de la población para erradicar la corrupción y con aquel ofrecimiento de lograr “una justicia oportuna y predecible” del que hablaba el presidente Kuczynski en julio del 2016.

Lo que necesita el nuevo Consejo de Ministros, en suma, son metas claras y personas con determinación y capacidad de convencimiento y ejecución para llevarlas a cabo. Pues poco importará la etiqueta con que se bautice de antemano a un gabinete si este es vacío en resultados.