Keiko Fujimori y Pedro Castillo participaron en el debate presidencial organizado por el JNE en Arequipa. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)
Keiko Fujimori y Pedro Castillo participaron en el debate presidencial organizado por el JNE en Arequipa. (Foto: Leandro Britto / @photo.gec)
Editorial El Comercio

Los presidenciales cumplen dos funciones principales. Por un lado, obligan a los candidatos a concretar argumentos sobre aquello que pretenden hacer de llegar al poder, quitándoles espacio para evasivas y forzándolos a aterrizar propuestas. Por otro, enfrenta a los postulantes a las promesas y ataques de su rival, permitiéndole a la ciudadanía verlos actuar bajo presión. El encuentro de ayer ha supuesto, así, una de las últimas acciones de campaña de ambos candidatos y seguro definirá los votos de miles de ciudadanos en la última semana antes de la elección.

Tanto en el caso de como en el de , hubo oportunidad para que le mostrasen a la ciudadanía una imagen final antes de acudir a las urnas y para reafirmar por qué, según ellos, son los postulantes idóneos para ejercer la jefatura del Estado. En ese empeño, los dos finalistas de las elecciones 2021 demostraron tener estilos muy diferentes.

La representante de por ejemplo, aseguró que enfocaría su presentación en las propuestas y no los ataques y, aunque definitivamente incurrió en estos últimos en más de una oportunidad, hizo evidente que tenía un plan de acción para enfrentar los problemas que le diagnostica al país. Y aunque se pueda cuestionar la pertinencia de algunas de las medidas descritas –como aquella que busca entregarles 10.000 soles a los deudos de los fallecidos por COVID-19–, se mostró clara y supo dirigir algunos de sus mensajes a bolsones electorales claves.

El candidato de por su parte, apostó por un estilo más retórico en el que recitaba los problemas de la nación con emoción, pero sin profundizar en las medidas que tomaría para solucionarlos –algo que ha sido característico de su campaña–. Eligió insistir en sus frases de campaña (como “No más pobres en un país rico”) sin aclarar todas las dudas que ha dejado en sus apariciones públicas desde el 11 de abril. En ese sentido, no ofreció mayor detalle sobre cómo lucirá el nuevo sistema de pensiones que promete, ni estableció, de una vez por todas, distancias claras y convincentes con personajes o organizaciones cuestionables, como con el señor Vladimir Cerrón y el Movadef –brazo político de Sendero Luminoso, en cuyo padrón figuran 249 militantes de Perú Libre–.

En ambos casos, empero, hubo flaquezas cuando se tuvo que tratar la pandemia del COVID-19. Si bien la señora Fujimori aseguró que vacunaría a toda la ciudadanía antes del final del año, con el apoyo logístico de Carlos Neuhaus para incluir al sector privado, no ofreció verdaderos detalles de cómo luciría esta campaña y de los cambios precisos que se haría al sistema actual. El señor Castillo, por su lado, no lo hizo mejor, incluso evadiendo una pregunta de su contrincante sobre cómo lograría inocular a todo el país.

En el terreno económico, el postulante de Perú Libre insistió, sin enmiendas, con el discurso que ha sostenido durante toda la campaña, confirmando las preocupaciones y, quizá ofreciéndonos una de sus frases más reveladoras: “El mercado no puede controlar al Estado, es el Estado que tiene que controlar a la población y a los mercados”. Una circunstancia que enfatiza que el control estatal de la economía de las familias y de las empresas es el camino elegido, un sentimiento en línea con las “nacionalizaciones” anunciadas y con la confiscación (descrita por el señor Castillo, aunque sus técnicos y él mismo lo quieran negar) de los fondos de las AFP.

En suma, el debate de ayer dibujó con lujo de detalle a los candidatos que disputan la segunda vuelta, revelando sus fortalezas y debilidades. Y mostró a dos aspirantes con actitudes muy diferentes. Mientras Fujimori aterrizó propuestas –independientemente de cuán efectivas terminen siendo–, Castillo insistió con los mismos abismos. Pero más allá de ello, con la conclusión de este debate, todo ha quedado en las manos de la ciudadanía que, en apenas seis días, designará al nuevo presidente de la República.