(Foto: Prensa Minjus).
(Foto: Prensa Minjus).
Editorial El Comercio

Este jueves, mientras la presidenta del Consejo de Ministros, , se presentaba ante el pleno del Congreso a solicitar el voto de confianza para el Gabinete que encabeza, el titular de Justicia, , cerraba un desaguisado que era como para, en el caso de ese específico despacho, negarla.

En declaraciones a la prensa, Mendoza ensayó una explicación –más bien infructuosa– de la comedia de enredos que, seis días antes, había llevado a su sector a remover a todos los integrantes de la Comisión de Gracias Presidenciales (sin habérselos comunicado previamente, como un mínimo de urbanidad habría aconsejado; sobre todo, si se trataba de personas que habían cumplido con corrección el encargo recibido) y a nombrar en su reemplazo a otros igualmente desinformados al respecto.

Como se sabe, llamó particularmente la atención el hecho de que se designase como presidente de la referida comisión (y al mismo tiempo, como director de la Dirección de Gracias Presidenciales, que es un organismo distinto) al señor Orlando Franchini Orsi, de 92 años: un ciudadano que está en dominio de sus facultades, pero que, por edad, no era evidentemente la mejor opción para ocupar puestos con semejante carga de trabajo. Además, cuando para conocer detalles sobre su nombramiento, respondió: “Para mí todo es una sorpresa. […] No sé mucho de lo que me han nombrado. Ni sé quién, ni cómo, ni cuándo”.

Su incorporación a la ya mencionada dirección fue pronto dejada sin efecto por una ‘fe de erratas’ publicada el 7 de este mes. Pero la presidencia de la comisión, en cambio, siguió en pie… Hasta que el jueves pasado, en la presentación ante la prensa que nos ocupa, el ministro de Justicia anunció que Franchini había terminado por declinar la invitación, porque no quería “afectar cualquier procedimiento a pesar de que está en condiciones de hacerlo” y porque prefería “tener la paz de su hogar y no estar en unas situaciones difíciles que pueda acarrearle su edad”: argumentos ciertamente razonables, pero que no se sabe por qué fueron soslayados cuando se lo eligió originalmente para el cargo.

Interrogado acerca de si el renunciante había sido consultado antes de su designación, Mendoza aseveró: “Por supuesto […]. Él aceptó de buen grado, pero sin el conocimiento de cómo opera una comisión. Eso se le iba a dar a conocer una vez que se le incorporara”. Lo que, a decir verdad, solo empeora el cuadro.

Tras los problemas que las gracias presidenciales le trajeron al ex presidente Alan García y en medio de la delicada situación política que suponen los rumores sobre un eventual indulto a Alberto Fujimori, cabría esperar de parte del Gobierno un manejo escrupuloso de las instancias encargadas de tales materias, y en cambio, lo que ha caracterizado todo este episodio ha sido una pasmosa improvisación.
Improvisación cuya responsabilidad, dicho sea de paso, alcanza al propio mandatario, que al responder a la prensa sobre los motivos de los reemplazos en los organismos en cuestión, apuntó entre risas: “Hay que hacer cambios de vez en cuando”.

La prueba de que nada hay de gracioso en ello, sin embargo, la ofrece el hecho de que hasta el congresista , miembro singularmente leal al Gobierno de la bancada de Peruanos por el Kambio, haya declarado dos días atrás: “Tengo que lamentar la improvisación en este caso […]. Llamaba muchísimo la atención que una persona no supiera en qué consiste el puesto [que iba a ocupar], ni por qué se lo eligió. Un despropósito”.

De Belaunde ha señalado también que él confía en que, con su experiencia en el Poder Judicial y el JNE, Mendoza encuentre ahora los perfiles más adecuados para integrar la comisión. Pero, en realidad, será muy difícil que el resto de la ciudadanía participe de esa confianza mientras el ministro de Justicia no brinde una explicación más convincente de la cadena de desatinos que ha desfilado frente a nuestros ojos en este caso.