Editorial: Jorge Chávez no levanta vuelo
Editorial: Jorge Chávez no levanta vuelo

Se ha dicho que la caída de la economía se debe a la baja de los precios de los minerales y a un panorama internacional adverso. Esto, sin embargo, no es del todo cierto. Una razón importante es la ineficiencia administrativa del gobierno, traducida, entre otras cosas, en la persistencia de nuestra enorme brecha en infraestructura. Un ejemplo clamoroso es lo que está pasando con el aeropuerto internacional Jorge Chávez.

El principal aeropuerto peruano ha quedado chico. Como las pistas, los colegios, las cárceles, los hospitales, las comisarías y las carreteras del país. Actualmente el Jorge Chávez opera al 150% de su capacidad.

No solo se trata de la incomodidad de los pasajeros. Esta ineficiencia produce costos muy elevados para la empresa concesionaria, las aerolíneas y los usuarios. Todos pagamos más por algo que debería costar menos. La suma termina por agregar un lastre a nuestro crecimiento económico.

En el caso del aeropuerto, varias aerolíneas extranjeras se han negado a anclar en el Perú. Por otro lado, aquellas que ya operan en el país prefieren renovar sus naves en lugar de ampliar su flota, debido a la congestión aeroportuaria. Y es que, desde que estaciona hasta que despega, un avión demora en el Jorge Chávez 44 minutos en promedio. El triple del tiempo que debería tomar. 

En otros países las aerolíneas y los pasajeros carecen de esa carga. ¿Cómo vamos a ser más competitivos si nos demoramos tres veces más que los demás? ¿Cómo mejoramos la productividad si hacer las cosas nos toma más tiempo?

Para satisfacer la demanda, el aeropuerto necesita una segunda pista y un segundo terminal. La empresa concesionaria está dispuesta a hacerlos y a encontrar el financiamiento para ello, pero el Estado Peruano aún no cumple con su parte del trato. 

El Jorge Chávez fue entregado en concesión hace 14 años. Se había proyectado que el Estado expropiaría y sanearía los terrenos de alrededor para realizar la ampliación en el 2004. La entrega se pospuso, sucesivamente, con adendas al contrato en el 2005, el 2006, el 2009, el 2012 y el 2013.

La última adenda estipula que la entrega de terrenos saneados y habilitados debe darse hasta el 31 de diciembre de este año. Al parecer, ello no sucederá. 

El ministro de Transportes, José Gallardo, es optimista, pues a inicios de este mes manifestó: “Al 31 de diciembre de este año debemos entregar la totalidad de terrenos saneados e, interpretamos, libres de toda servidumbre”.

Preguntado sobre la liberación de las áreas, expresó: “La foto global es buena”. No obstante, hablar de una foto global suena a adelantar que la habilitación no está completa. Y probablemente no lo esté en lo que resta del mes.

Remover parte de los obstáculos está en manos del propio Estado. Hay cañerías de Sedapal que hay que desplazar, lo mismo que radares de Córpac. Además, hay redes de electricidad y gas que se deben trasladar. Finalmente, tiene que terminarse la vía con el futuro túnel de Néstor Gambetta.

La construcción de la segunda pista y el segundo terminal demorará por lo menos cinco años. Si se llegaran a entregar los terrenos el próximo año, los trabajos de ingeniería tomarían un año y la fase constructiva otros cinco. Recién en el año 2022 contaríamos con un aeropuerto no tugurizado.

No es este gobierno el único culpable de los retrasos y demoras. Ninguno de los que estuvo a cargo pudo, en su momento, resolver el problema. El caso refleja la debilidad institucional del Estado Peruano. Hay un déficit de eficiencia, pero también uno de resolución. 

Las instituciones deberían funcionar de manera automática y deberían primar los criterios técnicos. No es ese el caso del Perú. Aquí falta voluntad política y mucho esfuerzo de capacitación.

No nos podemos contentar con una “foto global muy buena”. Necesitamos una solución y un cumplimiento cabal de los términos a los que se comprometen los gobiernos. 

Es un problema de voluntad política, pero también de coraje. Lo que sucede en el aeropuerto Jorge Chávez debe servirnos para saber dónde hay que ajustar las clavijas, si queremos recuperar la senda del crecimiento y el bienestar.