Esta semana la agencia calificadora de riesgos Fitch Ratings indicó que el Perú podría resistir el impacto económico de la pandemia desatada por el COVID-19 gracias a sus sólidos fundamentos macroeconómicos y de finanzas públicas. (Foto referencial: Archivo).
Esta semana la agencia calificadora de riesgos Fitch Ratings indicó que el Perú podría resistir el impacto económico de la pandemia desatada por el COVID-19 gracias a sus sólidos fundamentos macroeconómicos y de finanzas públicas. (Foto referencial: Archivo).
Editorial El Comercio

Conforme avanzan los brotes de y los países reaccionan con medidas drásticas para ralentizar su propagación, los mercados financieros y varios sectores económicos están recibiendo duros golpes.

La creciente amenaza de una recesión global –o, por lo menos, de unos cuantos meses muy duros para empresas y trabajadores– motiva a diversos gobiernos a desplegar un arsenal de herramientas económicas que ayuden a capear el temporal. Recortes o aplazamientos de impuestos, estimulación monetaria, programas de inversión pública, sistemas de refinanciamiento de deudas, entre otras disposiciones, son parte de los instrumentos que apuntan a mantener la producción y el empleo en niveles aceptables mientras pasa lo peor.

El Perú, por supuesto, no es la excepción. El Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) anunció esta semana, por ejemplo, posibles facilidades para la reprogramación de créditos y la de Impuesto a la Renta para microempresas, pequeñas y medianas empresas. Es cierto que las medidas tomadas hasta la fecha pueden ser largamente insuficientes para la dimensión del problema, pero también es verdad que el Perú de hoy se encuentra en una buena posición macroeconómica para lidiar con las consecuencias del virus.

Esto no es casualidad ni buena suerte. Gracias a décadas de responsabilidad en el manejo de las cuentas monetarias y fiscales, el Perú ha acumulado reservas, estabilizado su moneda, mejorado notablemente su calificación crediticia internacional y saneado distorsiones económicas que aquejan a otros países. Esto ha permitido en parte, por ejemplo, que el incremento del tipo de cambio en las últimas semanas haya sido de los más acotados en la región, y le da espacio al Banco Central de Reserva para intervenir con fuerza en el mercado cambiario en caso de que se requiera. La misma entidad tiene a la mano otros instrumentos –como el encaje y la tasa de referencia– para apoyar el dinamismo de la economía. Esto explica que la prima de riesgo de la economía peruana, según la analizan en el exterior, ha subido mucho menos que la de países vecinos.

Desde el lado fiscal, el MEF dispone de recursos suficientes para estructurar un paquete de inversión pública similar o mayor al que se planteó luego de la crisis financiera global del 2009. Los conocidos problemas de gestión que enfrenta la inversión pública peruana –– pueden limitar su impacto, pero es posible acelerar las obras usando estrategias innovadoras, como se hizo con los Juegos Panamericanos de Lima, y con la guía del Plan Nacional de Infraestructura para cerrar brechas. La voluntad política será clave en este punto. De acuerdo con la agencia calificadora Fitch Ratings, “las sólidas posiciones macro y de finanzas públicas ayudarán al Perú a enfrentar el shock del COVID-19 este 2020”.

Nada de esto quiere decir que la economía nacional no se verá impactada por el avance del virus, ni que el gobierno tiene el poder suficiente para inmunizar del todo a las empresas y los trabajadores de sus efectos económicos. Como mencionamos , la situación no es desesperada, pero posiblemente empeorará antes de mejorar.

La lección que sí queda por ahora es que las fortalezas macroeconómicas que tiene un país son útiles en momentos de relativa calma global, y sumamente útiles cuando el panorama se complica drásticamente. Si en el frente sanitario –el más importante– la pandemia encuentra en el Perú un país con grandes debilidades, cuanto menos desde el lado macroeconómico existe arsenal para dar batalla.