Editorial El Comercio

El domingo por la noche, el presidente avanzó un paso más en la escalada contra los medios y periodistas dispuestos a revelar información que le resulte incómoda. La lista de oportunidades en que el mandatario y otros voceros de su gobierno se mostraron hostiles hacia la prensa a lo largo del último año es interminable. Pero la pretensión de culparla de la invisibilidad de los presuntos “logros” de su gestión, formulada durante por 28 de julio, ha refrescado nítidamente la forma en que parece entender su función: si lo halaga y se muestra complaciente con él, es un ejemplo de patriotismo; y si lo critica o siquiera divulga hechos que lo presenten bajo una luz ingrata, merece ser objeto de denuncias e intimidaciones.

Es en ese contexto que debemos ubicar su reacción a un informe del programa “Panorama” sobre las declaraciones del ex secretario presidencial , quien, tras varios meses de estar prófugo, se ha entregado recientemente a las autoridades en busca de convertirse en un colaborador eficaz en varias de las investigaciones que el Ministerio Público le sigue al jefe del Estado. En el referido reportaje, se recogen, entre otras cosas, versiones sobre lo que el exfuncionario habría declarado ante la fiscalía acerca del nombramiento de Hugo Chávez en Petro-Perú y la manera en que él habría recompensado a quienes lo ayudaron a conseguirlo. Y lo que se dice, literalmente, al respecto es: “Ser el presidente de la República, según Bruno Pacheco, le valió a Pedro Castillo un sobre de 30 mil soles que él mismo le entregó”. Repetimos: “Según Bruno Pacheco”… Es decir, la noticia difundida por el espacio dominical es específicamente que esa declaración tuvo lugar, no que el presidente recibió “la recompensa”, porque eso no tendrían cómo comprobarlo.

Tras la propalación del informe, sin embargo, el mandatario colocó rápidamente en el que cargaba contra los responsables de “Panorama” como si ellos hubieran sido los autores de la citada afirmación que provocó su desazón. “Ejerciendo mi derecho como ciudadano y como presidente de la República, procederé a denunciar a la señalada producción periodística que difunde noticias falsas cuyo único fin es engañar y manipular a la ciudadanía”, escribió en su cuenta de Twitter.

¿Qué es lo que pretende el jefe del Estado? ¿Que un hecho tan noticioso como el de una eventual aseveración del ex secretario general del despacho presidencial ante el Ministerio Público por un asunto tan delicado como el mencionado fuese ignorado por el programa periodístico? Eso es absurdo. El hecho es tremendamente noticioso y cualquier otro medio que hubiera tenido acceso a él de primera mano habría buscado seguramente presentarlo también en calidad de primicia.

Así las cosas, la amenaza contra el espacio periodístico luce fundamentalmente como un intento de intimidar a quienes lo producen para que en el futuro se inhiban de divulgar el contenido de afirmaciones de terceros que lo molesten (un empeño consistente con la iniciativa para penar las filtraciones de este tipo presentada recientemente por el Ejecutivo). Y también, como un ensayo de escarmiento a los otros medios que cultivan esa misma práctica.

En ese sentido, es esencial notar que la que está bajo ataque es en realidad la prensa en general y que, en consecuencia, la reacción ante lo ocurrido tiene que ser unánime. Denunciar lo descabellado del afán amordazador que nos ocupa es en este momento indispensable para asegurar la preservación de la libertad informativa en el país. Y exigirle al gobernante que, en lugar de tratar de acallar las acusaciones de sus antiguos colaboradores, las responda públicamente, impostergable. Su impresión de que nos puede tratar como a niños es profundamente equivocada y es necesario hacérselo saber.

Editorial de El Comercio