La bancada de Perú Libre, en una imagen de archivo. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC).
La bancada de Perú Libre, en una imagen de archivo. (Foto: Anthony Niño de Guzmán/GEC).
/ ANTHONY NINO
Editorial El Comercio

El último jueves se consumó lo que se venía avizorando desde hacía semanas: a la bancada legislativa de y no se descarta que en los días siguientes otros , provocando un auténtico desmembramiento en el oficialismo. En apariencia, el motivo inmediato del alejamiento de , y (esta última, además, ministra de Trabajo) fue la renuencia de un grueso del grupo parlamentario presentada por el primero para censurar a la Mesa Directiva del Congreso encabezada por la legisladora María del Carmen Alva. Pero, en el fondo, las desavenencias entre ellos y el partido del lápiz parecen venir desde mucho antes.

Ayer, por ejemplo, el parlamentario Bermejo expresó que “las formas y las maneras en las que se les trata a algunos de los congresistas en la bancada pasan cualquier límite de tolerancia”. “Hay muchas cosas que yo callo porque no quiero perturbar más el escenario político”, añadió. ¿Quiénes son esos colegas maltratados en el grupo a los que Bermejo alude? ¿Qué cosas son aquellas sobre las que guarda silencio que podrían agitar el ambiente político? El congresista Echeverría, por su parte, fue más claro al enumerar las razones de su apartamiento: “Las diferencias de un sector de la bancada que tiene una votación alineada prácticamente a la derecha, las contrarreformas electorales, para eliminar las elecciones primarias […], el apoyo a la contrarreforma universitaria”.

En cuanto a la titular de Trabajo, a través de una misiva, esta aclaró que se alejaba de la bancada (denunciando una “muy constante divergencia sobre la naturaleza democrática” de la misma), pero que seguiría “en las filas de la izquierda regional, leal y reflexiva”, con lo que enviaba el mensaje nada velado de que su ahora exgrupo parlamentario representaría una izquierda irreflexiva y desleal.

Más allá de estas dimisiones, no obstante, la realidad es que las diferencias dentro del oficialismo eran ya inocultables. Como ha evidenciado nuestra Unidad de Periodismo de Datos (EC Data), Perú Libre es de los últimos 15 años; entre julio y noviembre, la bancada votó de manera dividida en el 48% de las 132 votaciones que se realizaron en el Congreso en dicho lapso, incluyendo temas cruciales como el voto de investidura al Gabinete liderado por . Si a esto les sumamos los chats revelados el pasado 1 de octubre, en el que se podía leer cómo algunos miembros del grupo parlamentario disparaban fuego amigo contra una compañera y contra algunos ministros del Gobierno de , así como las declaraciones públicas de algunos legisladores oficialistas contra pronunciamientos de la bancada, la verdadera pregunta es cómo esta pudo mantenerse entera durante todo este tiempo.

Después de todo, hablamos de un conjunto que construyó su periplo electoral sobre la base de un rechazo: la imposibilidad del fundador de postular a la jefatura del Estado y la decisión de reemplazarlo por Pedro Castillo para suplir ese vacío. Esta circunstancia motivó que, una vez llegado al poder, el ala dura de la bancada apostara por impulsar la agenda partidaria incluso a costa de darle gobernabilidad al Ejecutivo (lo que incluyó, por ejemplo, atacar a los ministros que se mostraban distantes de los planteamientos maximalistas del partido).

Así, a pesar de que Cerrón afirme ahora que con la renuncia de tres legisladores “el partido propiamente no ha sufrido ninguna baja” y aunque sus cuadros siempre han querido venderse como un movimiento diferente, la realidad es que Perú Libre ha terminado mostrándose como un colectivo bastante terrenal, en el que abundan los pullazos y las acusaciones cruzadas de deslealtades y malos tratos.