Editorial El Comercio

Los programas periodísticos dominicales trajeron la semana pasada información que tiende a corroborar lo expresado por un colaborador eficaz en las investigaciones del Ministerio Público sobre la corrupción en el poder vinculada a este gobierno.

Lo que del mencionado colaborador apuntaba es que, de tiempo atrás, el ahora ex subsecretario general del despacho presidencial venía gestionando por encargo del mandatario la posibilidad de que Bruno Pacheco y Fray Vásquez Castillo consiguieran asilo en la embajada de algún país “amigo”. El primero de ellos, como se recuerda, fue secretario de la Presidencia y, entre marzo y julio de este año, estuvo en la clandestinidad para evitar una detención preliminar ordenada por la justicia en su contra (finalmente, poco antes de Fiestas Patrias, acabó entregándose). Mientras el segundo es sobrino del jefe del Estado y lleva cerca de seis meses prófugo tras haber sido comprendido en una investigación de la fiscalía por su presunta participación en los delitos de colusión agravada y organización criminal en el contexto del Caso Puente Tarata III.

Pues bien, este domingo “Panorama” y “Punto final” presentaron visitando la residencia del embajador de Venezuela y la embajada de México en días sucesivos (el 18 y el 19 de agosto pasado, respectivamente). La semana pasada, frente a la prensa extranjera, el presidente negó que hubiera hecho pedido de asilo alguno, pero las imágenes aludidas ponen su declaración en entredicho. Sugieren, más bien, que ni siquiera las legaciones de países cuyos gobiernos están en clara sintonía con el que él encabeza estuvieron dispuestas a arriesgarse a consentir en una figura legal que les habría acarreado serios problemas internacionales, pues es obvio que, de “político”, el asilo en cuestión no habría tenido nada: Pacheco y Vásquez Castillo son personas que formaban parte del entorno de quien sujeta actualmente las riendas del poder y mal podría decirse que son “perseguidos” por razón alguna que no tenga que ver con los presuntos delitos que se les atribuye. En realidad, las evidencias de corrupción en los referidos casos saltan a la vista.

La circunstancia de que los videos propalados dos días atrás sobre estas auténticas embajadas de Camacho parezcan confirmar lo aseverado por un colaborador eficaz debería, por otro lado, dar una voz de alarma. Lo visto indica, en efecto, que ese es el camino que los otros prófugos relacionados con el presidente Castillo, como el exministro Juan Silva o el dueño de la casa de Sarratea, Alejandro Sánchez (quien, como sabemos, en los registros del Reniec la semana pasada), podrían intentar seguir. Y quienes están tras sus huellas tendrían que prevenirlo a toda costa.

Las imágenes refuerzan, además, la difundida sensación de que el Gobierno está contra las cuerdas, lo que hace la situación de los congresistas señalados por otros colaboradores eficaces como cómplices embozados del mismo aún más dramática de lo que ya era. Hablamos, por supuesto, de los legisladores de bancadas que se reclaman de oposición, pero que en trances incómodos para el Ejecutivo –presentación de mociones de vacancia presidencial o de censura a determinados ministros– han votado con el oficialismo o se han abstenido, sacándole las castañas del fuego.

Este Diario ha informado en reiteradas oportunidades sobre la coincidencia entre las fechas en que ellos visitaron Palacio y la ocasión en que ciertas votaciones claves se produjeron en el pleno, así como sobre las ventajas que personas allegadas a ellos han obtenido del Estado bajo la actual administración. Ahora el espacio para que tales parlamentarios sigan mirando para otro lado o se escuden tras la excusa de la “gobernabilidad” cuando tendrían que estar cumpliendo con las responsabilidades de fiscalización que les corresponden se ha estrechado al punto de ser ya prácticamente inexistente.

En los siguientes días o semanas veremos su comportamiento frente a este grave escenario y sabremos si, como Camacho en su momento, lo que han buscado es simplemente procurarle a la corrupción enquistada en el poder un refugio.

Editorial de El Comercio