Editorial: Le cayó el huaico (una vez más)
Editorial: Le cayó el huaico (una vez más)
Redacción EC

Es de amplio conocimiento que de diciembre a abril nuestra sierra se ve azotada por torrenciales lluvias que traen como consecuencia deslizamientos de lodo y piedras –o ‘’ (palabra de origen quechua que hemos incorporado en nuestro lenguaje cotidiano)–. Estos ocurren todos los años destruyendo vidas, viviendas, campos de cultivos y carreteras, que afectan a las personas de menos recursos del país. 

En los últimos diez años, por ejemplo, han ocurrido 620 huaicos, los cuales causaron más de 60 muertes y dañaron alrededor de 7 mil viviendas. Y pese a que estos desastres no son un fenómeno aislado, pareciera que siempre sorprendieran al Estado. Y, como este año no sería la excepción, el martes al menos 100 familias se vieron afectadas por huaicos en el distrito de . Los deslizamientos, además, bloquearon 10 kilómetros de la por varias horas, lo que evitó el paso de cientos de personas y vehículos que transportaban alimentos, y ocasionó graves perjuicios no solo a los pobladores de la zona, sino al centro del Perú.

Pero lo más preocupante es que la historia nos demuestra que son los países con menos recursos los que más sufren con los desastres naturales. Según la , en la última década los desastres naturales en naciones con bajos índices de desarrollo humano cobraron casi siete veces más vidas por evento que en países con mayores ingresos. Nuestro país no es ajeno a esta situación, pues los huaicos generalmente afectan las zonas con menos recursos, como Ayahuanco en Ayacucho, Chachas en Arequipa y Chosica en Lima. Por ello cabe preguntarnos: ¿por qué vemos una y otra vez este mismo drama todos los años?

Es claro que no podemos evitar las fuertes lluvias, pero lo que sí está en nuestras manos es establecer una adecuada estrategia de que disminuya el impacto de posibles desastres naturales para evitar más muertes y reducir los daños económicos. Esto necesariamente pasa por diseñar mecanismos efectivos de prevención y por establecer una estrecha coordinación entre todos los niveles del Estado y, desde luego, la población.

Un primer paso para diseñar un plan preventivo de desastres naturales consiste en identificar las zonas de riesgo que normalmente son afectadas por las lluvias. Al tener las zonas debidamente ubicadas, se tiene la ventaja de poder implementar planes de contingencia y de información oportuna a las personas que podrían ser perjudicadas por las lluvias. Solo imagine cuáles hubieran sido las consecuencias del huracán Wilma en el 2005 si los ciudadanos de Florida no hubieran estado suficientemente informados acerca de su llegada.

Una vez listo este registro, el Estado, en coordinación con los gobiernos regionales y municipales, debe realizar las inversiones que sean necesarias para minimizar los efectos. Sin embargo, es conocido que para desarrollar labores de infraestructura pública, los procedimientos son largos y onerosos, y, en muchos casos, los gobiernos regionales no tienen la capacidad de ejecución, por lo que se necesita la colaboración activa y permanente  del gobierno nacional. A mediados de enero, por ejemplo, el jefe del Indeci advertía que los alcaldes de Chosica y , entre otros, habían ignorado las recomendaciones en noviembre pasado para evitar afectaciones por huaicos e inundaciones. 

Además, pese a que es cierto que muchas personas construyen sus casas en las laderas de los cerros o en las riberas, desgraciadamente lo que también ocurre es que muchos gobiernos locales otorgan títulos de propiedad a personas en zonas de alto riesgo para ganar adeptos. Lo único que se genera con esto es que estas viviendas estén a merced de los potenciales peligros y son estas las personas que terminan perdiéndolo todo cuando estos ocurren. En esa misma línea, los gobiernos regionales y locales no implementan los proyectos necesarios de prevención, pues el reforzamiento de una ladera o la limpieza del cauce de un río no son tan populares como una plaza de toros o una losa deportiva.

Ahora bien, el hecho de que la prevención juegue un rol fundamental en la reducción de los daños por desastres naturales no significa que sea el único: algo que hace tanta falta como las estrategias preventivas es la rápida respuesta del Estado en caso se desencadenen. Y es que la posibilidad de evacuar una zona si ocurre un desastre natural depende, en gran medida, de que existan vías de transporte adecuadas, mecanismos de comunicación eficientes y programas que concienticen a la población, lo cual, como se sabe, no ocurre.

A fin de cuentas, no solo son las personas que sufren ante estos desastres, pues debido a la indolencia del Estado, el huaico también le termina cayendo a este.