Editorial: Con licencia para matar
Editorial: Con licencia para matar
Redacción EC

El jueves tuvimos que reportar una noticia que, si bien trágica, no resulta sorprendente en el Perú. Una combi y una coaster chocaron en una calle del centro de Miraflores, dejando dos muertos y ocho heridos, varios de ellos de gravedad. Las dueñas de los vehículos son las empresas Copacabana y Orión, las cuales adeudan, entre ambas, casi S/.10 millones en papeletas de tránsito.

Según el Servicio de Administración Tributaria (SAT), Orión debe casi S/.7,5 millones por 4.383 multas impagas, mientras que Copacabana debe más de S/. 2,3 millones por 1.155 papeletas que aún no cancela. Cada chofer, por su parte, también tiene un llamativo récord de infracciones. El conductor de la coaster de Copacabana tiene acumuladas 12 papeletas por violaciones calificadas graves y muy graves (entre las cuales está manejar sin licencia), mientras que el chofer de la combi ha acumulado cuatro papeletas, dos calificadas como muy graves. Por lo demás, no es la primera vez que las unidades de la empresa Orión generan un accidente que resulta en la pérdida de vidas o en importantes daños materiales.

El día de ayer se produjo otro trágico accidente. Una joven de 32 años murió atropellada por un bus de la empresa Etusa del que se acababa de bajar. Según los testigos, el bus se detuvo en medio de la pista para que la mujer descendiera. Lamentablemente, el chofer (que hace 10 años embistió a un anciano de 70 años y que tiene acumuladas 44 papeletas) habría retrocedido y atropellado a la joven.

Lo que explica que este tipo de historias se hayan vuelto tan comunes se puede resumir en una sola palabra: impunidad. Las empresas de transporte tienen licencia para matar, pues no importa la cantidad de accidentes que causen ya que las autoridades no cobran las papeletas ni toman otras medidas para sacar de circulación a los irresponsables. En las calles, sencillamente, rige la ley del más salvaje.

Veamos algunos ejemplos de cómo se manifiesta la ausencia de autoridad en este tema. 
Cuando este Diario le preguntó al Ministerio de Transportes (MTC) por qué no realizan más operaciones en las calles para atrapar y expulsar del mercado a las empresas que utilizan choferes irresponsables, este respondió que la entidad encargada es la Municipalidad Metropolitana de Lima (MML) en coordinación con la policía. Y cuando le preguntamos a esta última por qué no lleva a cabo estas acciones, nos contestó que porque es responsabilidad del MTC y de la policía.

Asimismo, cuando se inquirió tanto a la MML como a la Municipalidad Provincial del Callao (que también otorga autorizaciones que sirven para brindar el servicio de transporte en Lima) sobre por qué no inician procedimientos para impedir que sigan circulando empresas que han acumulado tantas infracciones, para ejecutar las multas o para imponer sanciones más drásticas, ambas también se lanzaron mutuamente la pelota u ofrecieron excusas absurdas para justificar su inacción. Por ejemplo, a pesar de que la Municipalidad Provincial del Callao utiliza el lema: “En el Callao no nos sobran los niños, maneja con prudencia”, su gerente de Transporte justifica que Orión (autorizada por su municipio) siga operando porque de revocarle su permiso “estaría atentando contra las inversiones”.

Lo único que está claro es que acá todas las autoridades involucradas (ya sea porque las normas no están claras o por desidia) se lavan las manos en lo que toca a la fiscalización y a las sanciones y su cumplimiento (lo que es un buen argumento para que en Lima y Callao exista una autoridad única de transporte en vez de repartir tantas competencias entre diversas entidades). Y, mientras tanto, las empresas de transporte siguen afiliando a choferes asesinos, que buscan recoger la mayor cantidad de pasajeros sin importar qué peligro tengan que crear para lograr ese objetivo. A fin de cuentas, como saben que nadie las hará responsables, las vidas o pérdidas que cobren en el camino les representan nada más que efímeros titulares de periódicos o estadísticas frías y totalmente irrelevantes.