Legisladores de Somos Perú, Alianza para el Progreso, Acción Popular y Podemos Perú acordaron el pasado miércoles presentar una lista en común para presidir la Mesa Directiva del próximo Congreso. (Foto: GEC).
Legisladores de Somos Perú, Alianza para el Progreso, Acción Popular y Podemos Perú acordaron el pasado miércoles presentar una lista en común para presidir la Mesa Directiva del próximo Congreso. (Foto: GEC).
/ HUGOCUROTTO
Editorial El Comercio

Cuatro de las bancadas que integrarán firmaron, dos días atrás, un documento denominado , con el que buscan “garantizar que la agenda parlamentaria priorice”, en los meses venideros, una serie de materias que van desde la reforma política y electoral hasta la atención a la seguridad ciudadana.

Se trata evidentemente de un esfuerzo por marcar una diferencia con la guerra de facciones y sin cuartel que caracterizó a la representación nacional anterior y que produjo un hastío sin precedentes en gran parte de la ciudadanía: un hecho que bastaría para calificarla de positiva. Pero hay más. Ocurre que los cuatro grupos congresales en cuestión –Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos Perú– concentran 69 de los 130 escaños del futuro Parlamento, lo que proveería a los proyectos comunes de una mayoría ajustada pero suficiente para sacarlos adelante.

El acuerdo, como se sabe, supone también la conformación de una lista que postule a la Mesa Directiva del Legislativo y que, por la razón recién expuesta, tendría la victoria asegurada. La idea, en general, es tener todos los asuntos organizativos resueltos desde el primer día para poder empezar a trabajar cuanto antes. Otra determinación razonable.

Dicho todo esto, cabe señalar, sin embargo, que existen al mismo tiempo algunas notas preocupantes, relacionadas con la vaguedad de la agenda acordada y con el cabildeo político que antecedió al sello del entendimiento, que deben ser atendidas antes de que se transformen en auténticos problemas.

En cuanto a lo primero, daría la impresión de que los firmantes no se han tomado el trabajo de hacer un discernimiento fino entre las labores que le competen directamente al poder del Estado que ellos representarán y aquellas que conciernen sobre todo al Ejecutivo. En esa medida, las alusiones a la “reactivación económica, la seguridad alimentaria” y a “los sectores educación, salud y seguridad ciudadana” dejan el sabor de ser poco más que un saludo a las tribunas estimulado por la proximidad de la campaña presidencial.

Y en lo que toca a las materias que sí tendrá que ver primordialmente el Parlamento –la reforma política y la del sistema de justicia–, lo que se ubica en el documento son campos de acción y no acciones concretas, por lo que el proceder armónico de las bancadas al respecto no está, como se pretende, garantizado. Se diría, incluso, que los propios adherentes al pacto son conscientes de esa debilidad, pues en el texto del acuerdo de gobernabilidad dicen “respaldamos el acuerdo de gobernabilidad”, lo que equivale a declarar “acordamos que respaldamos este acuerdo”: una cierta forma de mirarse el ombligo.

La otra nota preocupante es el juego de sillas que acabó con las posibilidades del Partido Morado de sumarse al esfuerzo. Ya es de público conocimiento que, tras las conversaciones conducentes a que esa organización política fuese una de las cuatro patas de la entente, se produjo un cambio hasta ahora no explicado cabalmente, y los seguidores de Julio Guzmán fueron dejados de lado para incorporar en el entendimiento y en la lista a la Mesa Directiva a Podemos Perú (que cuenta con dos votos más que los morados en el futuro pleno).

¿Ha producido esto disgusto en los marginados? Según lo que ellos han dicho a la prensa, no. Pero la autoestima, ya se sabe, es una fibra que en política se lleva a flor de piel y el día a día parlamentario podría depararnos pronto alguna sorpresa sobre el particular. Es claro, en cualquier caso, que se actuó con algo de torpeza al invitar y ‘desinvitar’ luego a esa bancada a formar parte del arreglo, y que ese gesto sugiere que, contrariamente a lo que se viene afirmando, los cupos en la lista que se presenta a la Mesa Directiva son más importantes que la agenda brumosamente bosquejada. Mejor advertir estos límites del acuerdo desde ahora que tener que lamentarlos después.