Editorial: Malas noticias
Editorial: Malas noticias
Redacción EC

La encuesta de este fin de semana no le trajo buenas noticias a la pareja presidencial. Según el sondeo elaborado por , la aprobación del presidente Humala ha caído en el último mes 15 puntos, de 39% a 24%. A la primera dama le ha ido incluso peor: en el último mes su aprobación bajó de 41% a 24%. En ambos casos, su popularidad se encuentra en el punto más bajo desde que la administración Humala asumió el poder.

Las razones por las que los encuestados desaprueban la gestión de los Humala son varias. Las tres primeras son que el gobierno no combate la (22%), que no trabaja, no hace nada (15%), y que hay (13%). 

Los resultados de la encuesta están bien anclados en la realidad. En el tema de la inseguridad ciudadana, el presidente no ha sido capaz de colocar un ministro que realmente tome al toro por las astas. Además, quizá el episodio más importante en el que este ministerio ha estado involucrado en estos últimos años fue uno donde él ponía en riesgo a los peruanos en vez de protegerlos: las acusaciones de que estaría sometiendo a reglaje a opositores y periodistas incómodos. Encima, el discurso oficial que básicamente hemos escuchado los ciudadanos acerca del aumento de la delincuencia es que se trataría de un tema de “percepciones”, que sufrimos de “histeria colectiva” o que el presidente no tiene una “bola de cristal” para saber si este es el problema más grave del Perú. Y esto ha generado la sensación de que el gobierno es ciego frente a la criminalidad que todos los peruanos vemos con claridad y sufrimos.

La opinión de que el gobierno no hace nada también es culpa de los esposos Humala. El presidente, en vez de ser el protagonista de los grandes cambios que demanda el Perú, se dedica principalmente a protagonizar episodios de politiquería menuda donde exhibe un particular talento para enemistarse con todo el mundo y atacar a sus críticos a diestra y siniestra con modos de cuartel. En tanto, la primera dama se muestra constantemente inmiscuyéndose en asuntos de Estado para los que legalmente no está habilitada, desautorizando a ministros y hasta a su propio esposo (no es casual que el 62% de los encuestados considere que es ella quien gobierna el país). Esta innecesaria forma de figuración de Nadine Heredia le viene costando caro al gobierno, pues, sumada a la dificultad del presidente por mostrar liderazgo en los temas de Estado, genera la impresión de que el Ejecutivo no se ocupa de los asuntos importantes.

El tema de la corrupción, finalmente, tiene nombres y apellidos: los más resaltantes, sin duda, son . Hasta el momento no se ha aclarado esta historia de corrupción ni hasta dónde mancharía al gobierno, el cual, más bien, solo ha dado muestras de no querer que se dilucide la verdad. A este caso se suman los múltiples escándalos en los que ha estado involucrado el oficialismo. Entre ellos, los privilegios carcelarios de , los sospechosos negocios de , el ex vicepresidente y el ‘lobby’ de las Brujas de Cachiche, las recientes acusaciones contra la congresista Cenaida Uribe, los aparentes vínculos del legislador con la minería ilegal.

Que el gobierno sea incapaz de manejar estos asuntos y que su popularidad continúe en caída libre no son malas noticias solo para los esposos Humala, sino también para todo el país. El esfuerzo que ha realizado el gobierno por reclutar a varios ministros técnicos sirve poco si el presidente no tiene la legitimidad popular y el liderazgo que son necesarios para impulsar las reformas que el país necesita y que esos ministros podrían diseñar. Y, si seguimos por este camino, la historia solo recordará a este como un gobierno mediocre más, que perdió una tremenda oportunidad para catapultarnos hacia otros niveles de desarrollo.