Editorial El Comercio

Ayer, el presidente se presentó ante el Congreso para dar su segundo . Cercado por cinco investigaciones fiscales, y con antiguos y actuales colaboradores y familiares cuestionados, investigados o prófugos, las expectativas por lo que el mandatario pudiera decir estaban, a decir verdad, por todo lo alto. Más aún, cuando él mismo había adelantado semanas atrás que su mensaje de este año traería “más de una sorpresa”.

Y, sin embargo, lo que obtuvimos fue todo lo contrario: un discurso que repitió las mismas taras de victimización, omisiones y engañifas que han caracterizado a la retórica castillista desde el primer día.

Sostuvo, en primer lugar, que el propósito de su mensaje era el de informar sobre aquellos logros que los medios de comunicación, en sus palabras, intentaron “ocultar” para dedicarse “a difamar y a mentir, acusándonos sin ninguna prueba”. “Se ha ocultado lo que hemos hecho en estos 12 meses” y “solo se emiten mentiras y noticias falsas de Pedro Castillo”, señaló en diferentes momentos.

La verdad, no obstante, es que, por un lado, los medios no tenemos por qué fungir de amplificadores del Gobierno ni trabajar ‘hermanados’ con el Ejecutivo, como sugirió tiempo atrás la vicepresidenta Dina Boluarte. Lo que necesita una democracia es una prensa que sea una herramienta de fiscalización de quienes ostentan el poder, no su comparsa. Y, por el otro, ¿de qué ‘ocultamiento’ habla el mandatario cuando el único que ha vivido en las sombras en estos 12 meses ha sido él, escondiéndose de los micrófonos de los reporteros en las calles, negándose a dar entrevistas y hasta frecuentando lugares ajenos a Palacio de Gobierno a los que también llegaban funcionarios y empresarios con intereses en licitaciones públicas?

Sostuvo, asimismo, que él se “somete a la justicia para aclarar los delitos que se me pretenden imputar” y saludó el trabajo realizado por el Ministerio Público y el Poder Judicial. Una frase que puede sonar bonita, pero que ha sido desmentida por los hechos en más de una ocasión. Extraña forma esa de allanarse, sin duda, la del presidente cuyo gobierno cesó arbitrariamente al procurador general que lo denunció ante el Ministerio Público, que despidió a un ministro del Interior que le imprimió algo de interés a la captura de sus allegados prófugos y cuya defensa legal ha planteado cuanto recurso ha podido para frustrar las investigaciones fiscales en su contra.

No está de más recordarle al mandatario que una de las pesquisas en su contra es por encubrimiento personal y que el compromiso de su gestión por la transparencia y la rendición de cuentas están más ausentes que su sobrino y su exministro de Transportes a los que la policía aún sigue buscando.

Ciertamente, hubo otros pasajes del mensaje de ayer en los que el correlato entre los dichos del jefe del Estado y la realidad era, por decir lo menos, problemática. Cifras como aquellas relacionadas con el crecimiento económico de este año, la inversión privada o la reducción de la pobreza fueron presentadas, como anotó nuestra Unidad de Periodismo de Datos (EC Data), de manera engañosa o imprecisa.

También hubo omisiones que no pasaron desapercibidas, como los anuncios sobre qué hará para gestionar los conflictos sociales que han venido paralizando importantes operaciones mineras, el abordaje de la violencia de género y la prevención de feminicidios, la situación de las minorías sexuales o la captura de los prófugos de su administración. Pero, sin duda, la omisión más grande tuvo que ver con aquella dosis de autocrítica que algunos esperaban del mandatario y que nunca llegó.

No está de más recordarle que si su gobierno hoy se balancea sobre el abismo, es en buena cuenta por culpa suya. Por su propensión desde el día uno a dar cabida en su administración a la mediocridad, la opacidad y la corrupción. Y, sin embargo, lo que vimos ayer fue a un mandatario empecinado en tratar de convencernos (o quizá de convencerse a sí mismo) de que, si los numerosos logros de su gestión no se conocen tanto como los numerosos cuestionamientos en su contra, es debido a los malvados medios.

Lo único de lo que nos ha convencido es de que su divorcio de la realidad es tan grande como aflictivo.

Editorial de El Comercio

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