Editorial: La multiplicación de los peces
Editorial: La multiplicación de los peces

“Todos los sectores son iguales ante la ley, pero algunos son más iguales que otros”. Parafraseando a , este es el sentir que parecen recoger las conclusiones de la Mesa Acuícola promovida por el . Como se sabe, la cartera a cargo de Piero Ghezzi desarrolla mesas de trabajo para distintos sectores económicos en las que representantes de los organismos estatales competentes y de la empresa privada intercambian ideas y soluciones para incentivar la inversión.

Como resultado de estos intercambios, se ha logrado levantar algunas trabas importantes que limitaban los emprendimientos empresariales, sobre todo en el sector forestal. Hasta ahí, todo bien. En el sector , sin embargo, el problema empieza a tomar forma cuando se pretende otorgar facilidades excepcionales a esta actividad, beneficios de los que otras actividades no gozan. En concreto, en paralelo con el decreto legislativo publicado el domingo pasado por Produce para fortalecer la industria, existen propuestas para que la acuicultura pague un Impuesto a la Renta de 15%, la mitad de la tasa aplicada a los demás sectores. 

Dado que las facultades delegadas por el Parlamento al Ejecutivo no son suficientes para establecer un cambio en el régimen tributario, la iniciativa tendría que ser aprobada por el pleno del Congreso para su implementación. La actividad económica en cuestión, de hecho, gozó de incentivos tributarios por varios años hasta que, en el 2013, el marco legal que la favorecía expiró. Sin embargo, a pesar de estos beneficios, la de la acuicultura no ha sido una historia de éxito. Mientras que, por ejemplo, las exportaciones de la agroindustria acumularon US$4.000 millones durante el 2014, las de productos relativos a la acuicultura –como las conchas de abanico– sumaron apenas US$300 millones.

La reducción de impuestos parece entonces, a primera vista, únicamente una propuesta poco efectiva. Como remarcó el ministro de Economía, , existen otros problemas por solucionar para el despegue del sector más allá de los impuestos. Ahí está, por citar un ejemplo, el limitado trabajo que ha hecho el gobierno para abrir mercados de exportación mediante el levantamiento de barreras fitosanitarias. Desde China hasta Bolivia, las entidades gubernamentales equivalentes al Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa) de distintos países –con los que incluso tenemos tratados de libre comercio– colocan restricciones paraarancelarias que impiden las exportaciones acuícolas peruanas.

Pero la disminución de la carga tributaria para la acuicultura no es solo una medida ineficaz, sino que responde a una práctica que tiene ya larga trayectoria en la historia económica nacional: la identificación desde una oficina gubernamental de supuestas industrias estratégicas que merecen un trato especial. Por supuesto, no sorprende que algunas empresas privadas promuevan esta reducción impositiva, pero llama la atención que el ministerio considere proponerla. Después de todo, la eliminación de las exoneraciones y recortes tributarios –que no hacen sino distorsionar el mercado– fue parte clave de las reformas económicas emprendidas a principios de la década de 1990, y una de las razones por las que el modelo económico empezó a caminar.

Aparte de brindar oportunidades para que inescrupulosos empresarios o servidores públicos se aprovechen indebidamente de los descuentos tributarios –por ejemplo, haciendo pasar los ingresos de una actividad conexa como si fuesen provenientes de la acuicultura–, diferencias en las tasas de impuestos ocasionan problemas económicos más profundos. 

En un escenario en el que la cancha está desnivelada, proyectos de inversión que pueden tener una mejor rentabilidad que la acuicultura –como, quizá, inversiones en manufactura o gastronomía– son dejados de lado para apostar por la actividad subsidiada. El punto de fondo es que, si la acuicultura es realmente una actividad productiva que genera ganancias y empleo, esta no debería entonces necesitar una ‘empujadita’ gubernamental, sino que los empresarios por su cuenta la verían como una buena alternativa de inversión.

Todo ello no quiere decir que la acuicultura no sea una actividad relevante. Por el contrario, para algunas regiones como Puno y Tumbes esta mantiene un gran potencial por explotar. En zonas pobres y de difícil acceso, además, la acuicultura es una alternativa interesante y rentable comparada con la agricultura. Es por eso una buena noticia que el Produce esté interesado en levantar las trabas que hacen más difícil invertir en ella. Sin embargo, la historia apunta a que son las personas libres y sus emprendimientos –exitosos o no, pero en igualdad de condiciones– los que a la larga deben determinar los sectores económicos rentables, no el Estado desde una oficina en la capital en reunión con empresarios interesados.