La semana pasada inició en Cusco un paro regional para exigir la construcción del aeropuerto de Chinchero. De manera simultánea, se lleva a cabo en la región una huelga de docentes. (Foto: El Comercio)
La semana pasada inició en Cusco un paro regional para exigir la construcción del aeropuerto de Chinchero. De manera simultánea, se lleva a cabo en la región una huelga de docentes. (Foto: El Comercio)
Editorial El Comercio

Cusco es un lugar mágico. En él conviven conceptos que brillan por su relación antagónica. La tradición con la modernidad. La arquitectura española con la andina. Y de un tiempo a esta parte, las complejas paradojas de la región se han extendido al campo de la protesta social. Así se pueden entender los dos paros conjuntos que han afectado la región en las últimas semanas.

Por un lado, la Federación de Trabajadores de Cusco convocó un paro regional de 48 horas para exigir la construcción del aeropuerto de Chinchero, obra que, como se sabe, generó una fuerte controversia entre el gobierno y el concesionario y fue suspendida. Numerosos frentes de defensa y organizaciones regionales han expresado el mismo pedido y demandado con la misma fuerza el cumplimiento de su agenda. El paro bloqueó varias de las principales arterias de la Ciudad Imperial, incluyendo la ruta al aeropuerto de Cusco y a Ollantaytambo. Las vías del tren que conectan este último poblado con Machu Picchu también fueron bloqueadas por los manifestantes.

Quienes convocaron la protesta demandaban la construcción del nuevo aeropuerto, en buena cuenta, por el potencial turístico que este traería. Lo paradójico del asunto es que, como resultado del paro regional, los mismos turistas estuvieron entre los principales perjudicados por los bloqueos. Videos de visitantes varados en la estación de Aguas Calientes, en el distrito de Machu Picchu, y de otros caminando con maletas varios kilómetros hasta su destino debido también a la ausencia de taxis o transporte público, se hicieron populares. Si el objetivo era fomentar el turismo en Cusco, difícil es imaginarse a cualquiera de aquellos turistas afectados recomendando el destino a sus connacionales.

Pero la federación de trabajadores no ha estado sola. Manifestantes del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Región Cusco (Sute-Cusco) se sumaron al bloqueo de vías para exigir el cumplimiento de su propio pliego de reclamos. Entre estos se cuentan el aumento de sus remuneraciones, la postergación de la Evaluación de Desempeño Docente, y la derogación de la Ley de Reforma Magisterial y del D.S. 013-2016-Minedu, referido a la negociación colectiva y a la representación sindical en el sector.

Respecto del primer punto, cabe destacar que, según la titular del sector, Marilú Martens, en lo que va del 2017 el Minedu ha incrementado en promedio 15% en todas las escalas remunerativas docentes. Sin embargo, los profesores exigen un adelanto para este año de los S/2.000 al mes ofrecidos por el presidente Kuczynski para el 2018, un aumento progresivo hasta los S/4.050 mensuales, y la postergación de la evaluación docente. Como consecuencia de este paro, que viene desde mediados de junio y que fue declarado improcedente por el ministerio, 400 mil estudiantes en la región han perdido clases. De acuerdo con la ministra Martens, si la huelga cumple 60 días, los alumnos podrían perder el año completo. En este contexto, no deja de resultar llamativo el contraste que existe entre, por un lado, la premura de los docentes por recibir el aumento de sueldo prometido para el próximo año y, por otro, la postergación que exigen de la evaluación de desempeño que justifica el mismo aumento.

Si hay dos pilares sobre los que la sociedad y la economía de Cusco se sostendrán en los siguientes años, estos serán su potencial turístico y la educación de sus ciudadanos. Menuda paradoja ensayar dos disparos sobre ambos pies al mismo tiempo.