Editorial:¿Príncipe o mendiga?
Editorial:¿Príncipe o mendiga?
Redacción EC

La presidenta del Consejo de Defensa Jurídica del Estado, Julia Príncipe, se ha visto envuelta en estos días en una controversia sobre la conveniencia de que permanezca en el cargo que ostenta, a raíz de su –primero negada y luego aceptada– relación con Moisés Tambini, antiguo defensor del ex presidente Alan García.

La presunción de las personas o instituciones que han pedido su renuncia, como los congresistas Yeni Vilcatoma y Yonhy Lescano, o el Instituto de Defensa Legal (IDL), es que tal cercanía podría inducirla a una actitud sesgada a favor del líder aprista en la función que hoy desempeña.

Tal suspicacia surgió, como se recuerda, del tenor de algunas declaraciones suyas en Radio Programas del Perú la semana pasada, en las que se expresó elocuentemente sobre la apremiada situación de los ex presidentes Toledo y Humala en el contexto de las investigaciones que se les sigue (“Me causa asco y creo que es el sentir de todos los peruanos y peruanas”, dijo sobre el primero. “Todavía no se cierra el círculo. Pero falta poco”, sobre el segundo), mientras que sobre García señaló: “Siendo objetivos, hasta este momento no hay indicios, no hay una delación [premiada]”.

Fue en esa misma entrevista, además, en la que se le inquirió por la foto en la que aparece con el ya mencionado Moisés Tambini y ella dijo: “Por si acaso, no me reconozco en la foto, eh”… sin agregar, como habría correspondido si quería poner todas las cartas sobre la mesa, que la relación que la foto sugería existe. Ante la exhibición de varias otras imágenes en las que la identidad de los retratados ya no puede ser puesta en duda, sin embargo, acabó reconociendo la amistad con el antiguo defensor de García y con su familia. Una demora que, días después, ella calificó de ‘error’ o ‘imprecisión’.

En el comunicado que divulgó el 19 de febrero para aclarar las dudas que se habían suscitado, por otra parte, también dejó un vacío importante. Al referirse a su línea de carrera en la procuraduría, mencionó que fue el ex presidente Toledo –al que luego investigó por el caso Ecoteva– quien la designó en el 2002 como procuradora anticorrupción de Lima. Pero nada dijo sobre la circunstancia de que, en el 2009, durante el segundo gobierno aprista, la ministra de Justicia, Rosario Fernández, la designó procuradora especializada en lavado de activos.

Finalmente, el 22 de febrero, se reveló también que, cuando desempeñaba esta última función, contrató como abogada de la institución a Emma Tambini Monge, nieta del allegado a García que aparecía en las fotos con ella.

En medio de toda esta escalada de información que busca poner en tela de juicio su imparcialidad, la señora Príncipe y varios de sus defensores han aseverado que lo que da sustento a su idoneidad para el cargo es la trayectoria que puede exhibir. “[Ella] ha demostrado, a través de su historia personal, valentía, coraje y honestidad”, ha sentenciado, por ejemplo, la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, al ratificarle la confianza.

Y la verdad es que sus palabras se ajustan a lo que sabemos de ella. Pero por eso mismo, las negaciones y omisiones a las que aludimos aquí resultan inquietantes, pues traslucen inseguridad de parte de ella.

En lugar de salir al frente de los que quieren sembrar dudas sobre sus hipotéticos compromisos con el ex presidente y desplegar frente a la opinión pública toda la información sobre su relación con él de una sola vez, la señora Príncipe ha preferido dosificarla y reconocerla cuando ya es innegable, en vez de aportarla.

Más que tener certeza sobre su trayectoria y los merecimientos que se desprenden de ella, entonces, daría la impresión de que la presidenta del Consejo de Defensa Jurídica del Estado se siente en la necesidad de mendigar la confianza de la ciudadanía, tapando los detalles que podrían socavarla.

Una pésima receta, sin duda, que hasta el momento solo ha servido para darles argumentos a los que quieren verla lejos de su actual responsabilidad.