Editorial: Más que una renuncia
Editorial: Más que una renuncia

Cuando a fines de agosto se descubrió que el legislador aprista Elías Rodríguez había plagiado varios párrafos de una nota periodística para sustentar la exposición de motivos de un proyecto de ley de su autoría, este se exculpó afirmando que todo se trató de “un error involuntario” y que aquel penoso incidente “no volver[ía] a pasar”. Pero, volvió a pasar. Este lunes una nueva denuncia reveló que, más que un caso aislado, el plagio parece ser el modus operandi del congresista cuando de sustentar iniciativas legislativas se trata.

Una pesquisa del diario “Perú21” reveló que el ahora ex tercer vicepresidente de la Mesa Directiva del Congreso se había apropiado de extractos de otros documentos sin citar las fuentes para confeccionar, cuando menos, otros cinco proyectos de ley, deshilando información de artículos periodísticos, científicos e, inclusive, Wikipedia. “Lamento el daño que me han hecho mis asesores; he sido vilmente traicionado”, aseguró Rodríguez respecto de lo que, a su consideración, era apenas una felonía de su asesor-redactor Ricardo Aquino Pajares, a la vez que ensayaba atenuar su responsabilidad asegurando que él no había redactado las propuestas legislativas y que se limitó solo a firmarlas “sin haber[las] leído o leído muy rápido”. 

Las excusas del congresista, a su vez, planteaban nuevas interrogantes: ¿Es que el parlamentario nunca redactó un proyecto de ley? Y si no lo hacía, ¿se limitaba solo a firmar a ciegas lo que sus asesores le alcanzaban? ¿A qué dedicaba su tiempo, entonces, cuando su tarea principal era precisamente la de legislar?  

El plagio, contrariamente a lo que ha tratado de argüir el congresista, no es un acto baladí ya que, esencialmente, implica el hurto de la propiedad intelectual fruto del trabajo y esfuerzo de otros. Peor aun cuando, durante la campaña electoral que lo llevó a ser reelegido en el Congreso, el mismo Rodríguez calificó esta transgresión como “lamentable” al opinar sobre los cuestionamientos que recibieron las tesis del entonces candidato presidencial César Acuña. 

La situación de Rodríguez, lamentablemente, no tiene nada de original en nuestro Congreso, pues las últimas legislaturas han sido una almáciga propicia para el cultivo de plagios en varias de las bancadas. En su momento, parlamentarios como los nacionalistas Natalie Condori, José Urquizo y Jhon Reynaga o fujimoristas como Lucio Ávila y José Elías, fueron denunciados ante la Comisión de Ética por apropiarse de párrafos ajenos sin mencionar el origen de estos. 

De hecho, el propio partido aprista pasó por un bochornoso suceso apenas hace unos meses, cuando se descubrió que su plan de gobierno –cuya confección fuera encomendada al ahora legislador Jorge del Castillo– incluía hasta un 32% de contenido ‘no original’ y no citado, según el portal web Altavoz. 

Que la cultura del plagio esté enquistada y bombee con fuerza por las arterias del Congreso no significa que se deba soslayar la gravedad de la falta de Elías Rodríguez. Su renuncia a la tercera vicepresidencia y el retiro de todos los proyectos de ley que había presentado no fue un gesto plausible, sino necesario; y lo acontecido tampoco debería quedar –según afirmó el propio congresista– como “algo que no merece más que una explicación en los ámbitos éticos del Parlamento”. 

La transgresión reiterada del congresista merece una sanción ejemplar, como la suspensión de su cargo, cuando no su desafuero. Quizá sea necesario ese nivel de rigurosidad para que los parlamentarios la tengan al momento de hacer la labor para la que fueron elegidos.