Hace unas semanas, el presidente de la República Pedro Pablo Kuczynski se expresó en contra de hacer grandes cambios en el gabinete. No obstante, señaló que evalúa una o dos modificaciones. (Foto: El Comercio)
Hace unas semanas, el presidente de la República Pedro Pablo Kuczynski se expresó en contra de hacer grandes cambios en el gabinete. No obstante, señaló que evalúa una o dos modificaciones. (Foto: El Comercio)
Editorial El Comercio

La cercanía de las Fiestas Patrias, frecuente ocasión de cambios ministeriales, ha estimulado un reclamo que ciertos sectores le han planteado a este gobierno desde su inicio: la conformación de un gabinete en el que el ingrediente político pese más que el técnico. Un cometido que, en opinión de sus promotores, solo sería alcanzable a través de la sustitución de un tipo de ministros por el otro.

A las tempranas críticas del fujimorismo sobre ministros ‘de escritorio’ o que ‘no se ensucian los zapatos’, se sumaron a lo largo de este año señalamientos de algunos representantes de la propia bancada oficialista sobre integrantes del gabinete que “más parecen consejeros presidenciales que políticos” o se comportan como “el cuerpo de gerentes de una empresa privada”. Hasta que ahora último, hemos escuchado alusiones directas a la supuesta necesidad de relevar a un ‘desgastado’ o que luciría cansado.

De hecho, en los corrillos políticos abundan en estos días versiones sobre viejos congresistas o líderes partidarios que habrían sido contactados por los voceros de la administración ‘ppkausa’ para sondear si estarían dispuestos a aceptar el encargo. Pero ya se sabe que tales rumores tienen que ser tomados con un grano de sal.

No hay que perder de vista, sin embargo, que el mismo jefe de Estado, aunque a regañadientes y quejándose de la tradición de practicar refrescos en el equipo de gobierno en 28 de julio, ha admitido que es posible que para esa fecha “haya uno o dos cambios”.

En este Diario hemos discutido en más de una oportunidad las objeciones que usualmente se plantean a los ministros técnicos, recordando lo conveniente que resulta que un funcionario de ese nivel esté académicamente capacitado para conducir el sector bajo su responsabilidad (es decir, que el ministro de Economía sea economista y el de Justicia, abogado). Y hemos anotado también que, a veces, los esfuerzos por descalificarlos dejan el sabor de ser esencialmente una forma de pedir cupos en el Ejecutivo desde otros ámbitos del trajín político.

Ello no obstante, hemos insistido al mismo tiempo en una dimensión de la demanda que nos ocupa que nos parece justificada. Concretamente, aquella que se relaciona con la consciencia que deben tener los gobernantes sobre el impacto de sus acciones en la opinión pública y la ciudadanía, y las consecuencias de todo ello en su capacidad de seguir conduciendo el país: un criterio netamente político que sin duda ha estado ausente en la manera de proceder de la mayoría de los miembros del gabinete identificados como técnicos.

La oportunidad y los límites de lo que puede y debe hacerse desde un ministerio no estuvieron definitivamente presentes en quienes –con sus errores comunicacionales y su indecisión política– llevaron al proyecto para la construcción del hasta el despeñadero. Tampoco en quienes sostuvieron conversaciones plenas de observaciones ambiguas y torpes con el ex , o fueron al choque con la oposición en el momento menos adecuado. Y lo mirífico de los grados universitarios o los currículum profesionales de los funcionarios involucrados no cambia esa circunstancia.

El Ejecutivo, pues, tendría que revisar la complacencia con la que ha privilegiado el funcionamiento del gabinete bajo criterios técnicos y dar cabida efectivamente a las consideraciones políticas. Pero cambiar criterios no es lo mismo que cambiar personas. Los ministros que adolezcan de los reflejos políticos que requiere el gobierno simplemente tienen que apoyarse en otros que si los tengan y trabajar en equipo con ellos.

No se trata, entonces, de retirar ingenieros o administradores titulados del equipo ministerial para poner en sus lugares a corridos dirigentes de partido o antiguos parlamentarios capaces de caminar con los ojos vendados por el Hall de los Pasos Perdidos, sino de escuchar y apoyarse en aquellos miembros del gabinete o asesores que si tienen este “chip” político y aprovechar a su vez el conocimiento técnico que sobra hoy entre las cabezas de las carteras.

TAGS