Editorial: Sigue nevando
Editorial: Sigue nevando

Bastó que la semana pasada la ex candidata presidencial y lideresa del Frente Amplio, Verónika Mendoza, declarase: “Yo no me olvido del señor Kuczynski aplaudiendo, celebrando, la famosa ‘ley pulpín’, que recortaba derechos laborales”, para que el presidente electo hiciera nuevamente evidentes los temores que la sola idea de una reforma laboral parece suscitarle.

El futuro mandatario, en efecto, se apresuró a negar que él hubiese celebrado esa ley. “Yo lo que dije es que me parecía raro que se haga un régimen laboral que se acabe a los 24 años”, señaló. Y luego, en referencia a lo que manifestó sobre ese régimen en una entrevista radial concedida por la misma época, añadió: “Se malinterpretó lo que dije porque estaba en una tormenta de nieve en Nueva York”.
La verdad, sin embargo, es que su reacción inicial a la iniciativa fue indiscutiblemente positiva. En un tuit del 12 de diciembre del 2014, PPK escribió: “Es buena la medida del nuevo régimen laboral, aunque debería ampliarse de 18 a 30 años”. Una frase en la que queda claro que la observación sobre el límite de edad para los que podían acogerse a la norma era solo una atingencia respecto de una medida que en general saludaba. Y en una entrevista radial concedida por esos mismos días ratificó esa opinión.

Como muchos, sin embargo, pronto Kuczynski pareció asustarse por la protesta que la ley en cuestión provocó en las calles y por el efecto que ello podría tener en la intención de voto por él; y retrocedió. Sintomáticamente, el tuit citado líneas arriba fue borrado de su cuenta. Y con respecto a lo que había expresado en la radio, elaboró la pintoresca excusa a la que ahora ha vuelto: que una tormenta de nieve le impidió escuchar bien lo que le preguntaban.

Más allá de lo deleznable del pretexto, no obstante, el problema radica en la nula intención del próximo gobernante por enfrentar una situación que determina que siete de cada diez personas con algún tipo de trabajo en el país se vean hoy en la necesidad de desarrollarlo en la informalidad. Como hemos recordado innumerables veces en esta sección, el Perú tiene uno de los 20 regímenes laborales más rígidos del planeta y flexibilizarlo –es decir, hacer menos onerosa la contratación formal de un trabajador–, lejos de constituir un “recorte de los derechos” relativos a esta materia, supone más bien permitírselos al 68,7% de los compatriotas que cumplen cotidianamente una jornada tan agotadora como la del 31,3% restante… pero sin CTS, sin vacaciones, sin reparto de utilidades, sin seguro de salud y demás ventajas derivadas de la pertenencia a la ‘planilla’ de una empresa.

Lo que ocurre es que esta inmensa mayoría no está organizada para defender sus intereses y está integrada por personas que, en muchos casos, ni siquiera son conscientes de la causa de la injusticia que las afecta. Y en consecuencia, la reacción de los pocos privilegiados por el actual estado de cosas ante la amenaza de un cambio resulta mucho más visible e intimidante para quien quiere cosechar el voto popular a cualquier costo.

Sucede, sin embargo, que el mandatario electo ya no está en ese trance, pues por una cuestión de edad y como él mismo lo ha manifestado, es evidente que no volverá a tentar la presidencia. ¿No es esa acaso la circunstancia ideal en la que se esperaría de un líder que impulse iniciativas que, aunque impopulares, son imprescindibles para retomar el crecimiento económico y para procurarle un mayor bienestar a una enorme cantidad de trabajadores en el país?

El señor Kuczynski,  empero, no solo ha ratificado en estos días el temor que lo hizo retroceder en el 2014 en el razonable respaldo que le brindó en un principio a la ‘ley pulpín’, sino que a la consulta específica de si respetará durante su gobierno la ‘estabilidad laboral’, respondió: “Exacto”.

Así las cosas, es evidente que, lamentablemente, sigue nevando.