Editorial El Comercio

Hace casi 14 años se inauguró el , un servicio de transporte público que prometía conectar la ciudad de Lima a través de una ruta exclusiva de autobuses rápidos y una red de buses alimentadores en los que los usuarios viajarían a un nivel bastante mejor que el que se podía encontrar en el sistema caótico y peligroso de combis, coasters y buses que predominaba (y predomina) en las calles de la capital. Sin embargo, su inauguración ya presentaba un problema: se hizo pese a que el trazado original todavía no estaba completo, por lo que, casi una década y media después, el tiempo de la concesión del servicio no ha comenzado a correr.

Recordemos, además, que cuando se firmó el primer contrato, en el 2008, se proyectó el inicio de las operaciones del Metropolitano para setiembre del 2009. Un año después, se definió que la entrada en vigor sería cuando el concedente –primero ProTransporte y luego, tras su creación, la – pusiera a disposición de las empresas “la totalidad de la infraestructura del sistema”, incluyendo el tramo de más de 10 kilómetros desde la (en Independencia) hasta (en Carabayllo). Catorce años después, el Metropolitano continúa sin llegar a su última estación.

Lo que es peor, lejos de mejorar, en los últimos años el servicio ha entrado en una espiral de decadencia preocupante. Solo en los últimos 12 días, han ocurrido cuatro incidentes. El 1, 3, 5 y 8 de abril, el servicio sufrió demoras generadas por averías en la flota que, , pese a que cuenta con 300 buses troncales, ni uno solo ha sido dado de baja desde el 2013. De igual forma, la flota no ha sido ampliada desde entonces y a diario se pueden observar colas y colas de usuarios que llegan a extenderse incluso hasta los exteriores de las estaciones, y que buscan acceder a un servicio claramente rebasado.

Este dato es preocupante si se añade el hecho de que los buses tienen una vida útil de un millón de kilómetros recorridos –un requisito ya cumplido por toda la flota– y de 12 años de servicio que se cumplen recién en el 2025. De no renovarse, como es evidente, las averías continuarán aumentando y, hasta ahora, la ATU no ha comunicado sobre ningún plan de contingencia que permita solucionar imprevistos en el servicio sin afectar a sus 430 mil pasajeros diarios y –lo más valioso– el tiempo que estos pierden con cada paralización.

Por si fuera poco, los usuarios del Metropolitano no solo deben soportar averías recurrentes, intenso calor en el verano con escasa ventilación –solo entre diciembre y enero se registraron al interior de los buses– y poca afluencia de buses en hora punta, sino también, como reveló El Comercio el último miércoles, casos acoso sexual organizado. Este Diario dio a conocer que con más de 31 mil integrantes inducía a hostigar a pasajeras del servicio de Metropolitano y celebraba las aglomeraciones en las estaciones y buses de este transporte para fomentar un comportamiento delictivo en contra de las mujeres.

Por lo menos respecto de este último punto, la ATU ha anunciado la pronta implementación de una fila exclusiva para mujeres en las estaciones y la posibilidad de colocar cámaras al interior de los buses para identificar a los acosadores y un botón de pánico que permita reportar las agresiones con celeridad. Más allá de ello, sin embargo, es evidente que el Metropolitano ha comenzado a mostrar fisuras que lo alejan todavía más del servicio de transporte ágil, moderno y eficiente que alguna vez prometió ser. No pocos son los usuarios que se sienten maltratados, pese a que en los últimos años el precio del pasaje ha ido subiendo y, por el contrario, la calidad del servicio parece haber tomado el carril contrario.

Editorial de El Comercio

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