Márquez y Santrich fueron líderes negociadores de las FARC en los diálogos de La Habana. (Foto: GETTY IMAGES, vía BBC Mundo).
Márquez y Santrich fueron líderes negociadores de las FARC en los diálogos de La Habana. (Foto: GETTY IMAGES, vía BBC Mundo).
Editorial El Comercio

“Anunciamos al mundo que ha comenzado la segunda Marquetalia bajo el amparo del derecho universal que asiste a todos los pueblos del mundo de levantarse en armas contra la opresión”. Con estas palabras, un sector de las anunciaba ayer, grabado desde la clandestinidad, que volvían a empuñar los fusiles que habían entregado hace poco más de dos años y a los que –hasta donde suponíamos todos– habían renunciado para siempre.

Los simbolismos del video no podrían ser más elocuentes. El discurso, por ejemplo, fue pronunciado por alias , quien representó durante cuatro años a las FARC en las negociaciones para el acuerdo de paz con el Gobierno Colombiano que se celebraron en La Habana, por lo que resulta difícil hablar aquí . A su lado, además, aparecía un grupo de uniformados pertrechados con fusiles de guerra entre los que destacaba alias Jesús Santrich, sobre quien pesa un pedido de extradición de Estados Unidos por narcotráfico y una orden de captura de la Corte Suprema de Justicia de .

En cuanto a la ‘’, esta es una referencia al lugar en el que hace 55 años Manuel Marulanda (alias Tirofijo) fundó las FARC y desde donde empujó a toda Colombia a un infierno que se extendió por más de cinco décadas y que dejó, entre su siniestro legado, más de 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos, 37.000 secuestros y alrededor de seis millones y medio de desplazados. Es a esa sangría y a esa vesania a la que Márquez, Santrich y compañía amenazan ahora con regresar.

Cierto es que el anuncio de ayer es poco sorpresivo. Y lo es porque desde hace tiempo se conoce que un porcentaje nada desdeñable de las FARC decidió abdicar de sus compromisos de paz para volver a las balas. En setiembre pasado, por ejemplo, –que citaba datos de la organización InSight Crime– advertía de la deserción de los acuerdos de paz de casi “2.800 guerrilleros”; esto era, “casi el 40% de todos los milicianos que tenía el grupo antes de los acuerdos”. Y el propio Márquez había afirmado hace unos meses que “fue un grave error haber entregado las armas”.

Pero la previsibilidad del mensaje no quita un ápice su abyección ni tampoco el rosario de mentiras que arrastra consigo. Miente, en efecto, Márquez cuando trata de justificar su rearme amparándose en un supuesto “derecho universal” a levantarse “contra la opresión”. En Colombia, como se sabe, no existe ninguna opresión. Lo que funciona es una democracia que a través de los votos ha llevado al poder a una fuerza política contra la que pueden estar en desacuerdo Márquez y compañía pero a la que no pueden usar de excusa para dinamitar todo el andamiaje estatal.

Miente también Márquez cuando señala que “nunca fuimos vencidos ni derrotados ideológicamente”, cuando es evidente que sí lo fueron. Como se recuerda, producto del acuerdo de paz, las FARC postularon a las elecciones legislativas del año pasado en Colombia. Allí, el grupo para el Senado (el 0,34% del total) y poco más de 30.600 para la Cámara de Representantes (el 0,22% del total). Es decir, la propia democracia que trataron de hacer añicos por años y a la que ahora amenazan, les infligió una derrota contundente por la vía que ellos siempre negaron: las urnas.

En realidad, poco sorprenden las mentiras de alguien como Márquez, que en el 2016 le aseguró a la BBC que “el logro de la paz y la reconciliación es lo que más nos interesa” y que ahora ha decidido darle la espalda al acuerdo. Un acuerdo que, por lo demás, siempre trató con demasiada indulgencia a los guerrilleros y cuyas cláusulas terminaron por partir a la sociedad colombiana en dos.

En fin, es a todos a los colombianos, a los que se opusieron al acuerdo y a los que lo apoyaron a pesar de sus cuestionables términos, a los que Márquez ha dado un portazo en la cara. Su ofensiva es, pues, una ofensiva contra la democracia y es esta la que debe responderle con toda la fuerza de la ley.