Editorial El Comercio

Hace dos días, en una de sus habituales comparecencias en las que suele informar sobre la situación del COVID-19 en el país, el presidente Martín Vizcarra fue interrogado por este Diario respecto de su relación con los medios de comunicación. Puntualmente (y esto es muy importante) se le formuló cuatro preguntas: i) ¿por qué no concede entrevistas a los medios de comunicación (habida cuenta de que la última que brindó, en julio, fue al canal del Estado)?, ii) ¿cuándo volvería a concederlas?, iii) ¿por qué no era posible plantear repreguntas o, al menos, realizarlas en vivo durante sus exposiciones (a fin de poder preguntarle sobre los anuncios que se realizan en ese momento)? y iv) si evaluaría algún cambio en la mecánica de sus presentaciones.

Por su parte, las respuestas que dio el mandatario fueron, digamos, poco precisas. Primero, se enfrascó en disquisiciones sobre lo mucho que el Ejecutivo respeta la libertad de prensa y sobre cómo, a pesar de que “vemos algunos excesos en algunos medios que no son afines al Gobierno”, su administración mantiene una relación de “mutuo respeto” con estos (algo encomiable pero que, en realidad, nadie había preguntado porque, hasta donde todos sabemos, la libertad de prensa no está en duda). Luego, afirmó que cada semana visita alguna región del país y que, desde allí, atiende a los medios locales “cara a cara”.


Después, explicó que la pandemia, “que nos ha obligado a estar más enfocados en el día a día para atender los diferentes problemas, quizá haya hecho que no tengamos […] entrevistas exclusivas con uno u otro medio”. “Seguramente las vamos a retomar [las entrevistas] una vez que, como vemos ahora, la tendencia [de la curva de contagios] nos permita dar el tiempo para estas entrevistas”, añadió. Por último, dio a entender que no veía razones para cambiar la dinámica de sus presentaciones –en las que las consultas de la prensa son remitidas con anticipación–, ya que, al contrario de lo que ocurría antes en Palacio, ahora se permite, por un lado, que un medio pueda hacer varias preguntas y, por el otro, que participen también medios regionales.

No es la primera vez que desde este Diario criticamos la poca apertura que ha exhibido el presidente con la prensa desde el inicio de la pandemia. En abril, por ejemplo, cuando sus comparecencias todavía eran diarias, cuestionamos que la imposibilidad “de hacer preguntas y repreguntas en vivo –sea en persona cumpliendo las medidas de distanciamiento social o de manera virtual– proyecta una sombra de duda a lo largo de todo el esfuerzo”. Medio año después, la situación no ha variado.

El problema, por supuesto, es que si en tiempos normales ya es necesario que las autoridades rindan constantemente cuentas a la ciudadanía a través de la prensa crítica, en tiempos de pandemia (donde la desinformación se disemina tanto como el virus), ello se vuelve imprescindible. Peor aún cuando estamos frente a un gobierno que, en reiteradas ocasiones, ha transmitido información infundada, poco clara y hasta contradictoria –hace poco recogimos los anuncios cruzados sobre el inicio de la fase 4 de la reactivación económica– sobre las medidas que adopta.


Por lo demás, autoridades como el presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez o los mandatarios Donald Trump (Estados Unidos) e Iván Duque (Colombia) han recibido a medios no oficiales durante la pandemia sin que, por ello, hayan abandonado sus funciones.

En una ocasión, el hoy desaparecido escritor uruguayo Eduardo Galeano contó que, al comienzo de una Copa Mundial, colgó en la puerta de su casa un cartel con la frase “Cerrado por fútbol”, para advertir que no recibiría a nadie mientras durase la competición. Hoy, el Gobierno parece haber plantado su propio cartel de “Cerrado por la pandemia”, para justificar su negativa a dar entrevistas mientras dure la emergencia. Solo queda preguntarse cuánto durará este hermetismo si, como los expertos pronostican, pronto estaremos frente a un repunte de contagios.