El presidente Martín Vizcarra participa en la inauguración del UNI Ejecutivo el pasado 8 de agosto. (Foto: Sepres).
El presidente Martín Vizcarra participa en la inauguración del UNI Ejecutivo el pasado 8 de agosto. (Foto: Sepres).
Editorial El Comercio

A estas alturas del partido, resulta difícil negar que, en el manejo del conflicto por el proyecto , el presidente no ha sido transparente. Al menos no con el resto de peruanos que nos quedamos afuera de la reunión que el mandatario sostuvo con un puñado de autoridades arequipeñas a las que, como supimos luego por la filtración de un audio, el presidente decidió confiarles “” su posición. La misma que, en sus propias palabras, no podía “adelantar públicamente”.

El motivo por el que el jefe de Estado decidió ser translúcido con los funcionarios arequipeños, pero hermético con el resto de ciudadanos es todavía un gran enigma. Y las febles explicaciones que ha ensayado Vizcarra desde la publicación del audio (“nuestra posición ustedes la conocen […] es que hay que buscar una solución integral a este proyecto”, ha contestado, quizá sin percatarse de la obvia contradicción de su respuesta, pues es lógico que, si su posición ya era pública, no tenía sentido decir que no podía adelantarla públicamente) no han hecho más que descalificar aun más su palabra.

En honor a la verdad, el mandatario le debe al país una explicación clara y sin más secretismo acerca de cómo su gobierno manejó el desaguisado en el que se ha convertido hoy Tía María (y no esperar a que la aparición de alguna evidencia lo acorrale para recién hacerlo). Pues, vistos los hechos que se han precipitado desde que se otorgó la licencia de construcción para la mina, es evidente que, por acción u omisión, el Ejecutivo no ha obrado de manera óptima.

De paso, asimismo, el presidente podría aclarar de una vez si, a su juicio, la resistencia de un grupo de personas es un factor mucho más poderoso que el cumplimiento de los requisitos estipulados por la ley para que un proyecto de inversión vea la luz. Y si, por consiguiente, está interesado en que el proyecto Tía María pueda llevarse a cabo o si él preferiría darle el carpetazo.

La concreción del proyecto, dicho sea de paso, no implica impulsarlo “a sangre y fuego”, de manera artificiosa el propio Vizcarra. Que haya quienes estén a favor de que Tía María opere no significa que avalen o soliciten que esta deba empujarse a los tiros. Lo que se pide, sí, es que el presidente ejerza liderazgo en un asunto que demanda de él una actitud y un mensaje claro y no uno que mute dependiendo de quienes sean sus interlocutores.

En realidad, da la sensación de que el mandatario prefiriese quedar bien con cada uno de los actores del tablero antes que resultar incómodo o levantar algunas críticas que puedan acarrearle algunos puntos de popularidad. La consecuencia de este afán por congraciarse con todos, por supuesto, no es solo que pierde aprobación, sino principalmente que transmite una sensación a desgobierno cuyos costuras ya están notándose, por ejemplo, en Moquegua, donde bastó que se confirmara el retroceso del Ejecutivo en el permiso a Tía María, para que en contra del proyecto .

Finalmente, sería saludable que también notifique si piensa seguir los lineamientos del plan de gobierno presentado por Peruanos por el Kambio en el 2016, el mismo que, solo por si quedaban dudas, él hizo suyo cuando aceptó integrar la misma fórmula de Pedro Pablo Kuczynski. En dicho documento, por ejemplo, el partido ofrecía al país eliminar “gran parte del exceso de tramitología” que, sostenían, abundaba en la abigarrada legislación minera, y reconocían que había proyectos mineros interrumpidos “que representan una oportunidad para dinamizar el crecimiento futuro que no pueden desperdiciarse” (sic).

Después de todo, ayudaría a la predictibilidad del país que el jefe del Estado comunicase cuanto antes cómo va a caminar su gestión, en lo que le resta de tiempo, en torno a los campos en los que ha exhibido ambigüedad o poca claridad. O, en otras palabras, que nos adelante públicamente su posición.